Sobre algo estamos de acuerdo todos: cualquiera que sea la recaudación de impuestos ésta debe estar sujeta a un programa de gasto determinado, y éste, a su vez, a una impecable transparencia. Los desacuerdos que hay para aprobar la reforma hacendaria que, dicen los priistas, será una realidad en los próximos días, llegan todos a un mismo punto. Justamente, ése del que poco se ha hablado. Y es que toda la atención de la discusión se está yendo hacia los intereses de cada grupo. Que si los panistas quieren más recaudación, que los perredistas van por mayor gasto, que si en el PRI van tachando algunos puntos de la iniciativa presentada por Presidencia, con tal de asegurar una mayoría que garantice la aprobación.
Pero, ¿qué pasará entonces con la recaudación? Sin importar el esquema, el otro tema que debe discutirse a prontitud, es el gasto que de él se haga.
El Estado mexicano ha funcionado durante tantos años con montones de pellizcos que se le hace al presupuesto. Ninguno de ellos, claro, deberían existir. Y para ello, hay muchos programas que desde hace tiempo han sido “etiquetados”. Pero aún así, los gobiernos sobre todo locales y municipales, han encontrado la forma de meter las uñas. Las famosas uñas. El asunto de la corrupción es uno de los que más daño hacen, porque aquí encontramos tantos tipos. Los tradicionales aviadores (familiares, parejas, amigos de funcionarios), quienes cobran en la nómina de gobiernos locales o federales. Los despilfarros que se hacen a los presupuestos, ya sea de alcaldías, gubernaturas o secretarías. El desvío de recursos a cuentas personales, de empresas privadas o sindicales.
El mal uso de los recursos, es uno de los tantos traspiés con los que México ha funcionado. Porque además de los ejemplos anteriores, tenemos esas otras fugas que también sale del presupuesto federal. Apenas nos enterábamos hace unos días, que Gobernación llegó a un acuerdo con el Sindicato Mexicano de Electricistas; les estarán pagando una pensión de 15 mil pesos mensuales a quienes no han cobrado su liquidación, aquella millonaria que les ofrecieron cuando desapareció Luz y Fuerza. Porque éstos, los miembros de la extinta compañía, jamás quieren perder.
Lo mismo con los miembros de la CNTE, que regresaron a clases, pero dejaron una simbólica representación en el Distrito Federal. Y claro, buscan también salirse con la suya; que no les sean retenidos los salarios correspondientes a las semanas de su plantón. Exprimir el presupuesto lo más que se pueda.
Entonces, además del esquema de reforma hacendaria que se discuta y apruebe; el otro tema que debe venir a acompañarlo, es el de transparencia. ¿Cómo se nos va a garantizar que lo recaudado se convertirá en infraestructura? ¿Cómo sabremos que los impuestos serán programas sociales? ¿Cómo estaremos seguros de que el presupuesto, centavo por centavo, está siendo usado para el desarrollo del país?
Por supuesto que la reforma que se está discutiendo debe tener el visto bueno de todas las partes involucradas, pero resultaría muy útil asegurar que por encima del esquema, se tiene asegurada la transparencia de los recursos que se buscan obtener. Porque de no ser así, será el mismo cuento de siempre. Si no se transparenta debidamente el gasto, y se pone la lupa necesaria a los recursos, aunque se recaude más, seguirá alcanzando para lo mismo o para menos.