Supongo que alguna ventaja práctica debe desprenderse de tener una macroeconomía sana y mejores perspectivas de inversión que buena parte de nuestros países hermanos de Iberoamérica, y que de esa ventaja se deben derivar comportamientos más audaces. Por primera vez, desde la cumbre de Guadalajara de 1991, México llega a una cita iberoamericana en mejores condiciones que España, Brasil y Argentina.
En efecto, en los próximos días tendrá lugar la Cumbre Iberoamericana, última cita internacional del presidente Calderón. El iberoamericanismo moderno, como instrumento multilateral, es hijo de las diplomacias mexicana y española y desde 1991 ha sido un espacio inmejorable para que los países de la región traten asuntos propios de la familia y el vecindario. Cierto es que en los últimos años la Cumbre ha tendido a diluirse por tres razones principales. La primera es por la proliferación de cumbres en las que muchos de los países de la región participan y por tanto la consideran superflua (tal vez podrían revisar su periodicidad). La segunda es el relativo ensimismamiento de algunos países en su problemática interna o en su región más próxima, no todos los esfuerzos integradores en la región han ido en la misma dirección. Y el tercero es que el principal país promotor de las cumbres y financiador de la Segib (España) hoy tiene severos problemas financieros.
Para nuestro país el instrumento iberoamericano es muy importante y en este nuevo contexto me parece que podría involucrarse aún más en impulsar a su propia criatura y evitar que (por problemas presupuestales o falta de interés por muchos de los países que integran el mecanismo) éste languidezca. México puede (y desde mi punto de vista debe) apostar fuerte por el mecanismo por las siguientes razones: 1) es un instrumento en el cual tuvimos un liderazgo inicial y no veo razón alguna para difuminar nuestra presencia. Comenzó con gobiernos priístas y se ha prolongado durante los 12 años del panismo, en consecuencia ya está integrado a la política del Estado mexicano, más allá de cambios de partido. 2) Porque somos el país mejor dotado para establecer diálogo con los diferentes integrantes (por ejemplo España-Argentina) desde una lógica de respeto e igualdad, y eso, además de resolver problemas, puede ser muy útil para mejorar la imagen de México en el mundo. Tener una misión que merezca el aplauso y el respeto de los otros países es siempre un elemento positivo. 3) Porque nuestra apuesta por integrarnos más al espacio norteamericano y al TPP no puede ir en detrimento de nuestras relaciones con el espacio iberoamericano. Mientras más responsables seamos del instrumento más elementos e incentivos tendremos para diversificar nuestra relación.
La cumbre, además, se convoca en el marco de una celebración fundamental para el mundo hispanoamericano. Los 200 años de nuestra primera constitución (La Pepa) nos permiten abrir un espacio de reflexión respecto a lo que han sido dos siglos de construcción de una norma fundamental de Estado que permita equilibrar el poder, dar representación al pueblo y construir una cultura basada en la legalidad. No todos las naciones iberoamericanas llegan a esta cita con el mismo desarrollo institucional, pero todas llegan (salvo Cuba) con gobiernos constitucionales y representativos, lo cual no es cosa menor. Me parece que si valoramos la coyuntura adecuadamente y proyectamos nuestro interés nacional más allá del corto plazo (en el más legítimo de los sentidos) México puede hacer un esfuerzo suplementario en todos los frentes (desde el presupuestal hasta el político) para darle mayor vigor a un instrumento del que como buen padre responsable no puede ni debe renegar.
Analista político y conductorde la primera emisión de Enfoque