Por: Yuriria Sierra / columnista
La Reforma Educativa tiene los días contados. Lo dijo Andrés Manuel López Obrador frente a sus artífices en Palacio Nacional. Con respeto, agregó. Fue una promesa de campaña, cumplirla le abonará legitimidad a su Presidencia. Y no es que le falte, pero, de no hacerlo, comenzará a sembrar decepción en los sectores que le dieron su apoyo durante la campaña. Él sabe su cuento y lo ha calculado así: bye, bye, pues, a la Reforma Educativa que, pian pianito, comenzaba a dar resultados.
Hace apenas unos días inició el Ciclo Escolar. Más de 25 millones de alumnos de educación básica regresaron a las aulas. Todos ya estudian bajo el nuevo sistema educativo: clases de inglés y español, incluso lenguas indígenas, según la región del País; los planteles tendrán mano al momento de decidir el uso de recursos y los padres de familia participarán más activamente en la toma de decisiones; los profesores con mejor desempeño recibirán estímulos, tendrán acceso a cursos para mejorar su labor docente, les quitarán labores administrativas; el ingreso de nuevos profesores será por concurso de oposición; los maestros ya en la nómina recibirán regularización en caso de no estar lo suficientemente capacitados. En fin. Mejoras que costaron mucho materializar y que hoy ya están en ejecución, pero que, como decimos al inicio, porque así lo anunció la próxima administración, tienen los días contados.
México es el sexto País con mayor proporción de estudiantes con interés en el campo científico. El sexto de 35. El 32% del total de alumnos de nuevo ingreso en universidades del país optó por esta área del conocimiento, que incluye a la tecnología, ingeniería y matemáticas. Son datos del Panorama Educativo de la OCDE de 2017. Este mismo informe registra que, en 2015, la matrícula de pequeños de cuatro años se incrementó en 89%, por encima del promedio de las naciones que integran esta organización. Y ésta también asegura que fue gracias a las reformas estructurales que los jóvenes reciben cada vez mejor capacitación, mientras completan sus estudios universitarios. Incluso habla de mejoras salariales en la planta docente. En fin, pequeños avances en materia educativa.
Sin embargo, evidentemente, también hay números que no entusiasman, pero que son motor para impulsar políticas públicas que mejoren un índice educativo nacional que aspira, y no por falta de talento, a ser de los más productivos de la región: en 2016, el 53% de los adultos de entre 25 y 34 años de edad contaba con educación por debajo de la media superior; la cifra subió a 63% para el año siguiente; la cantidad de mexicanos, del mismo rango de edad, que no pasó de la educación media superior, se calculó en 16 por ciento. Sólo el 17% de los mexicanos de entre 25 y 64 años han tenido el acceso a educación universitaria. Menos del 20 por ciento. Gravísimo. Estamos 20 puntos por debajo del promedio de la OCDE.
El nivel educativo en nuestro País no está en duda, es bajo, alarmante, lo reconocemos todos; pero, de igual forma, sabemos que su mejora no depende sólo de lo que pase en las aulas. Los sindicatos, la estructura magisterial que tiene poder político, también influye en la calidad de enseñanza que reciben los millones de alumnos de todos lo niveles en nuestro País. La Reforma Educativa alcanzada este sexenio será parte del pasado en cuanto inicie el próximo. Ya lo aseguró también una de sus más férreas enemigas y apenas días después de recuperada su libertad. Ni nombrarla, para qué invocarla. La pregunta ahora es: ¿Cuál es la propuesta? ¿Qué les espera a esos niños, niñas y jóvenes que están mucho más allá de las jugadas políticas? ¿Qué tan completo vendrá ese proyecto del que aún no sabemos nada y que cocinarán en los 100 días que quedan de transición? No se trata sólo de dinamitar. El próximo 27 de agosto iniciarán los foros en los que se debatirá qué se va a hacer con el nuevo sistema educativo. Lo encabezará el próximo titular de la SEP, Esteban Moctezuma. Porque ya sabemos qué es lo que no seguirá, pero aún no nos dicen qué vendrá en lugar de la Reforma Educativa aprobada este sexenio. Ojalá sea, entonces, algo todavía mucho más revolucionario y audaz que simplemente evaluar a los maestros (que se niegan a ser evaluados) cada determinado tiempo: ojalá algo que nos permita, como País, recuperar el tiempo que hemos perdido, como un País que nunca ha tenido muchas ganas de hacer la tarea en materia educativa.