Por Catón/ columnista
“Mi marido me engaña”. Esa confidencia le hizo Gordoloba, robusta mujer, a doña Chalina, pidiéndole la mayor reserva sobre el caso. Un cuarto de hora después ya lo sabía todo el edificio. Secreto de dos es de Dios; secreto de tres del diablo es. Tan difícil como tapar la luz del Sol es ocultar un adulterio. Lo que de noche se hace de día aparece. Cuando la esposa engaña al esposo, el marido es el último que se entera. Cuando el esposo engaña a la esposa, la mujer es la primera en enterarse, muchas veces aun antes de que el engaño sea consumado. Pero advierto que me estoy apartando del relato. Vuelvo a él. Añadió Gordoloba: “A consecuencia del adulterio de mi marido estoy sufriendo una grave depresión. Casi no como; me es imposible pegar los ojos –ni siquiera uno– en toda la noche, y desde hace días no me he comprado un vestido, unos zapatos o una bolsa. En un mes he rebajado 7 kilos”. Preguntó doña Chalina: “Si tu marido te engaña, ¿por qué no lo dejas?”. “¿Está usted loca? –se indignó Gordoloba–. ¿Dejar el único medio para bajar de peso que me ha dado resultado?”
El odontólogo de la familia iba a arreglarle una muela a Pepito, para cuyo efecto echó mano a su taladro. En ese momento el facultativo sintió que el chiquillo le agarraba los testículos al tiempo que le preguntaba con ominoso acento: “¿Verdad, doctor, que no nos va a doler?”
Vino nuevo en botellas viejas. La frase cuadra con la conducta actual de Porfirio Muñoz Ledo, que se ha revelado últimamente como un gran decidor de la verdad. Tiempos hubo en que este señor fue calificado por algunos de funámbulo de la política, hombre que se acomodaba a los cambiantes vientos de las circunstancias. Se decía de él que si a algún partido le faltó pertenecer es porque ese partido aún no existía. Su último giro lo llevó a Morena y lo hizo ser parte de las huestes de López Obrador. Pero he aquí que, para sorpresa general, Muñoz Ledo se ha mostrado crítico de ese partido y de este régimen, según se vio hace tiempo con la sonora mentada de madre que don Porfirio profirió en ocasión de alguno de los desfiguros de los representantes populares morenistas. Ahora Muñoz Ledo califica de hipócritas a las autoridades mexicanas por su conducta en relación con los migrantes, actitud que favorece a Trump y vulnera la tradición hospitalaria de México, y aun sus leyes. Merece reconocimiento la postura de Muñoz Ledo. El Gobierno de AMLO no tiene dentro de sus filas una voz crítica que le ayude al Presidente a ver la realidad de las cosas. Casi todos los que rodean a López Obrador acatan sus decisiones sin chistar, aunque las sepan equivocadas, y se acomodan a la ocurrencia del día. Esperemos que Porfirio Muñoz Ledo siga diciendo lo que su conciencia le dicte, aunque los demás sigan diciendo lo que el Presidente quiere oír
En reunión de amigas, todas manifestaron su deseo de irse al Cielo. Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, manifestó: “También a mí me gustaría ir al Cielo, pero estoy segura de que en el infierno hay personas más interesantes con las cuales alternar”
Los dos jóvenes esposos trabajaban, él como ejecutivo de una empresa, ella como asistente secretarial en otra. Cierta noche, ya en su departamento, él le pidió a ella: “Por favor transcribe en la computadora el mensaje que te voy a dictar”. “¡Oye no! –protestó la muchacha–. ¡Ya tengo bastante de eso en la oficina!”. Él sintió mucho la respuesta de su esposa, pero no dijo nada. Al punto ella se arrepintió de su aspereza. Fue hacia su maridito, se le sentó en el regazo y lo llenó de besos y caricias. “¡Oye no! –la rechazó él–. ¡Ya tengo bastante de eso en la oficina!”
FIN.