AGENCIA
Veracruz.- En un hito cultural para la comunidad totonaca, cuatro niñas marcaron historia el pasado 25 de noviembre al convertirse en las primeras mujeres en realizar un vuelo oficial como voladoras de Papantla. Este ancestral ritual, que por siglos fue exclusivo de los hombres, fue capturado por el equipo de fotógrafos Kachikin en tu Enfoque, dedicados a resaltar la belleza cultural.
Las imágenes compartidas en Facebook muestran a las jóvenes voladoras vistiendo trajes blancos con detalles en rojo, resplandecientes con flores bordadas y flecos, elementos característicos de la indumentaria de esta tradición.
La Casa-Escuela de Voladores del Centro de las Artes Indígenas, una institución dedicada a preservar las tradiciones de la cultura totonaca, fue el lugar donde estas niñas se prepararon, contribuyendo así a mantener vivo uno de los rituales más emblemáticos de México. En esta escuela, los estudiantes no solo aprenden las costumbres, sino también la lengua totonaca y el significado profundo de los rituales que practican, abarcando desde gastronomía hasta danza y bordado.
La danza de los voladores, conocida como Kos’niin o “vuelo de los muertos”, es una ceremonia anual que simboliza el saludo al Padre Sol y se realiza como una petición a la lluvia para fertilizar el suelo. En esta danza participan cinco integrantes: el caporal en el centro y cuatro voladores que representan los puntos cardinales. El descenso de los voladores simboliza la caída de la lluvia.
El caporal, máxima autoridad de los danzantes, guía la ceremonia con un tambor y una flauta mientras los voladores, sostenidos por cuerdas con los brazos extendidos y la mirada hacia el cielo, ejecutan movimientos precisos. Cada sonido del caporal representa un tipo de movimiento, permitiendo que los danzantes giren hasta 13 veces, representando los 13 cielos del sol.
Esta ancestral ceremonia, que encuentra sus raíces en una época de sequía, comenzó con la búsqueda de un árbol alto y recto para honrar al Dios de la fertilidad, Xipe Tópec. El ritual incluye la danza alrededor del árbol, la preparación del tronco, la excavación de un hoyo donde se entierra el palo, y la colocación de un altar con ofrendas significativas.
En el día siguiente, los voladores, tras desayunar púlakles (tamales de frijol), inician la danza final en el lugar donde se encuentra el palo, continuando con esta tradición milenaria que celebra la conexión entre la tierra, el cielo y la fertilidad.