Córdoba.- “Ser socorrista es servir y hacer un sacrificio para ayudar a otros en situación de riesgo”, expresó Rodolfo Federico Campos Flores, quien tiene más de 21 años de ejercer esta labor en la Cruz Roja de Córdoba.
Ayer se celebró el Día del Socorrista y al menos hay 120 vigentes que prestan servicio en la Cruz Roja, quienes dan un poco de su tiempo para ayudar de forma altruista, dar los primeros auxilios y trasladar a un nosocomio a los que han sufrido un accidente, heridos de bala, a una mujer que está por dar a luz o un enfermo.
En 1978 Campos Flores se unió al grupo de la Juventud de la Cruz Roja, cuando también eran conocidos como Boinas Rojas, “por el gusto de ayudar a quien más lo necesita me uní a la edad de 10 años”. También porque le gustaba el uniforme y las insignias que se obtenían en esta labor.
Esta disciplina lo ha llevado a coordinar su tiempo para trabajar, para la familia y dedicarle tiempo a las personas que requieren sus servicios al ser conductor de una ambulancia.
“Uno nace con la intención de servir, ser socorrista es sentirse útil, lo más gratificante es ayudar y obtener una sonrisa, así como salvar una vida”, expresó.
Vestido con su uniforme azul y la pechera de la Cruz Roja, recordó que su primer servicio fue “impactante”, pues lo otorgó a un niño que había sido atropellado, pero la fragilidad de ese menor también le ayudó a ser más fuerte. “Moriré siendo socorrista”, afirmó.
Otro evento que le dió una gran experiencia y gratificación personal fue la de recibir a un recién nacido. La mamá debía ser trasladada a un nosocomio, pero ya no llegaría, así que él y sus compañeros decidieron detener la ambulancia y recibieron al pequeño, hace unos 30 años, al que no volvió a ver, pero le dejó un gran recuerdo.
Hacen guardias por turnos y todos se mantienen alerta para que al sonar el teléfono en menos de uno o dos minutos estén arriba de la ambulancia, con casco puesto para dar un auxilio, al que salen si saber a quién y algunas veces sin conocer sus condiciones.
Ser socorrista no es sólo tener la voluntad de ayudar, sino también vocación, pues deben invertir en su certificación cada dos años para poder subir a la ambulancia y prestar un servicio, capacitación y evaluación que ellos mismos se pagan, porque deben cumplir con la Norma Oficial Mexicana para atender los auxilios.