Por Andrés Timoteo / columnista
UTILITARISMO SALVAJE
Los que sí tuvieron un regalo, aunque amargo, fueron los médicos, enfermeras y otros empleados del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) quienes el último día del año fueron notificados de la conclusión de sus contratos laborales. En las delegaciones del instituto, así como en hospitales y clínicas familiares se cancelaron dichos contratos al por mayor.
Se ha manejado que en total serán entre 400 y 600 trabajadores de salud que en la entidad serán echados a la calle. Claro, esos del IMSS porque todavía faltan los del ISSSTE y del Sistema de Seguro Popular. Ya en un texto anterior se dijo que lo malo no es adelgazar la burocracia sino la forma de hacerlo. La mala manera en que se despide a los empleados es lo indignante, además de la fecha para hacerlo, aprovechando que los tribunales laborales están de asueto.
Lo mismo hicieron con cientos de empleados del Sistema de Administración Tributaria (SAT) en vísperas de Navidad. Se suponía que el gobierno federal que encabeza Andrés Manuel López Obrador devolvería el toque humanitario a la administración pública y ha resultado peor que sus antecesores. La causa son los operadores son priistas y panistas que colocaron en altos puestos de decisión y que aplican los mismos métodos del pasado, sin respetar los derechos ni la dignidad de los empleados.
Basta ver quienes son los titulares del IMSS -el expanista Germán Martínez Cazarez -y de la Secretaría de Hacienda -el neoliberal Carlos Urzua- para entender las maneras contra la plantilla laboral. Negar aguinaldos, bonos de fin de año y quincenas, y chantajear a los empleados con la firma de cartas de renuncia es una acción más que neoliberal, es el utilitarismo salvaje de la fuerza laboral, el uso y desecho de las personas. Y dijeron que serían diferentes.
LOS COMEDIANTES
Los viejos del pueblo dicen que “dos argüenderas no pueden verse” y tal cosa ocurre entre el subcomandante Galeano -antes Subcomandante Marcos y para muchos un mero “sub-comediante”- del llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el presidente López Obrador con su “Cuarta Transformación” que ya lleva un mes y tres días en funciones.
La guerrilla de papel bajo el mando del Subcomandante Galeano denunció que López Obrador quiere destruir a los pueblos indígenas y prueba de ello es el proyecto del Tren Maya que arrasará con pueblos y selvas del sureste mexicano. Es más, a través del Subcomandante Moisés -que solo repite lo que Galeano le escribe- tildó a López Obrador de “loco, descerebrado y mañoso”.
También advirtió que el EZLN está listo para la resistencia contra los proyectos de López Obrador que son de corte neoliberal pero que los maquilla con un supuesto progresismo popular. Vaya, tal vez lo inundarán de cartas y poemas cursis como hicieron en 1994 y los años subsecuentes cuando el entonces Subcomandante Marcos se dedicó a recrear su anhelo novelístico redactando larguísimos comunicados cargados de figuras literarias que enviaba a las redacciones de todos los medios de comunicación.
Aun con la prosa esa prosa ardiente, el tiempo confirmó que el EZLN fue una levantisca de celulosa pues no hizo un solo disparo, todo fue mediático y sus resultados no ayudaron a nadie. El indigenismo y el zapatismo fue el mito genial que enarboló el EZLN. El llamado Subcomandante Marcos, pero cuyo nombre real es Rafael Guillén Vicente, no es más que un gran embaucador. Lo que son las coincidencias, muchos consideran a López Obrador como otro gran embaucador. Ahora sí, Dios los hace y ellos se juntan para pelear.
A las críticas y advertencias de los manejadores del EZLN, el tabasqueño responde a la altura de su increpador: “no me van a cucar”, dijo, usando el verbo que en el argot campirano significa “provocar”, “azuzar” – los jarochos dirían “testerear”-. Dialogo de altura entre ambos, sin duda. El Peje contra el encapuchado y el EZLN contra la “Cuarta Transformación”.
No es el primer encontronazo entre ambos personajes, ya en el 2006 el entonces Subcomandante Marcos encabezó la llamada “La Otra Campaña” en el contexto de los comicios presidenciales, pero que en realidad fue la contra-campaña para restarle votos en el sector indígena y rural a López Obrador. El resultado lo conocen todos, un fraude monumental que llevó al panista Felipe Calderón a hacerse con la presidencia “haiga sido como haiga sido” y en el que el EZLN contribuyó.
El año pasado se intentó algo similar con la candidatura de la indígena María de Jesús Patricio, conocida como Marichuy, con la que intentarían restarle presencia al tabasqueño en el ánimo de los pueblos originarios, pero la propuesta no levantó expectativas y se aprovechó un accidente vial que sufrió la abanderada para retirarla de la contienda. En el 2018 se confirmó que la fuerza ciudadana y mediática del EZLN es solo un recuerdo de lo que tuvo hace 25 años cuando apareció en Chiapas.
En resumen, el lector no le debe poner mucha atención a esos dos engarzados en la diatriba, el encapuchado y el mandatario en funciones, porque hacen rounds de sombra y se lanzan disparos de saliva. Ese ¿desencuentro? sí que es parte del espectáculo de la política, un asunto para divertir -a los que le vean algo chistoso-, pero no que no merece la mínima seriedad ni mucho menos credibilidad.