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Universidad Popular, el desprestigio

Superiberia

POR: Edgar Hernández* / COLUMNISTA

De cara al derrumbe de la Universidad Veracruzana por certificar un título ilegal, una mano aviesa pretende enlodar y empujar al desprestigio a la Universidad Popular (UPAV) por la vía de un efecto espejo para distraer a la opinión pública.

El artífice es un novato, un invento panista de última hora.

Se trata del diputado plurinominal –esos “representantes populares” que no hacen campaña- Sergio Hernández Hernández, presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado.

Hernández, quien por cierto tampoco está titulado, “no soy un improvisado” al ser presentado como nuevo pastor legislativo semanas atrás, no tuvo más remedio que declarar:

“Soy estudiante de la carrera de Derecho aún. Tengo muchos diplomados dentro del curso. Me he capacitado en el Partido Acción Nacional y estoy seguro de estar preparado para el encargo que me han encargado (sic), estudié en la UV y me quedé en el sexto semestre de la licenciatura en Derecho”.

Para eso me gustabas.

Este amigo es otro improvisado del nuevo Gobierno que guardó un profundo resentimiento contra la UV por no haberlo acreditado de la misma manera que a Rogelio Franco, pero que no tuvo más que acatar la instrucción superior de crear un efecto distractor para atemperar la granizada contra la máxima casa de estudios.

Hernández Hernández, de 30 años, militante del PAN desde los 17 años, se ostenta como “Estratega electoral y negociación”, y su única experiencia en tareas legislativas ha sido como  “Asesor” de la anterior legislatura.

Es decir, ha sido nada.

Cuando fue designado como responsable de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado, para la sorpresa de todos solo acertó a declarar:

“No soy un improvisado, soy un político honesto, los hechos hablarán por mí” (¿??).

Así, tras la declaración del gobernador Yunes en torno a que la Universidad Popular Autónoma de Veracruz (UPAV) ha otorgado 100 mil títulos –nunca habló de su ilegalidad-, desde el Congreso se inició una campaña de descrédito contra esa casa de estudios, pasando a atropellar a su ilustre fundador Guillermo Zúñiga Martínez, ya fallecido.

Los “emprendedores” de esta campañita orquestada desde las oficinas de Hernández olvidaron el trabajo a contracorriente de la UPAV a lo largo del sexenio, en donde con magro presupuesto (20 millones anuales contra miles de millones de la UV) llevaron a titular –no a cien mil, ya que es un dato que aplica a preparatorianos- a centenares de profesionales que no tuvieron cabida justamente en la Universidad Veracruzana, hoy sumida en el desprestigio.

Y es que, en efecto, la UV nunca quiso a la UPAV.

Le negó de siempre el claustro universitario, mientras el Gobierno de Javier Duarte le limitaba los recursos financieros y los porros magisteriales incrustados por décadas en la UV, de siempre censuraron que la UPAV tuviera una visión nacional e internacional y que sus graduados no sólo fueran veracruzanos.

Aún recuerdo hace poco más de un año, en la víspera de su muerte, ese legado del prestigiado maestro Guillermo Zúñiga, al abrir más de 70 licenciaturas, maestrías y doctorados, todos autorizados por la SEP y con el beneplácito de la UNAM.

Por aquellos días, al inicio del sexenio, se le señaló de manera reiterada, se le censuró su atrevimiento. Sin embargo, el maestro Zúñiga salió en defensa de la máxima casa de estudios y la UPAV sobrevivió.

“¿Qué si soy millonario?.. Sí… en amigos”, me dijo en alguna ocasión que charlé con él a propósito de sospechas de políticos interesados.

“A mis críticos les digo: buenos días, buenas tardes, nada más” y esa definición de don Guillermo, tan alejada del nepotismo: “Yo no le he recomendado a nadie al actual alcalde (Américo Zúñiga). Así, cuando me vienen a pedir algo, yo les digo vayan al Ayuntamiento, yo no tengo fortaleza ni importancia, soy un xalapeño más que cree que el Alcalde actual es mucho mejor que el papá que fue Alcalde hace 25 años”.

Hoy se arroja excremento a la UPAV de manera irresponsable.

Lo peor es que lo hace quien ni siquiera está titulado y le fue entregado un enorme poder, el Legislativo, y no sabe qué hacer con él.

Parte de las instituciones, se ha dicho, están podridas, pero no todas ni todos sus hombres. Pero además quienes acaban de llegar ni son el crisol de la transparencia, ni pertenecen al convento de las Monjas Descalzas.

La política, decía Fernando Gutiérrez Barrios, la hacen los hombres, no las damas de la caridad y para ejercerla hay que actuar como tal, con hombría.

Tiempo al tiempo.

*Premio Nacional de Periodismo.

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