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UN PEZ CEBADO

Superiberia

Por: Andrés Timoteo / columnista

¡Al fin cayó un pez gordo!, pregonan – entre líneas unos y abiertamente otros- todos los medios informativos y creadores de opinión pública. La pesca en Semana Santa fue buena y la pieza de trofeo  –porque con él muchos intentarán beneficiarse política y electoralmente- se obtuvo el Sábado de Gloria en un lago de nombre Atitlán, en  Guatemala, donde fue detenido el exgobernador Javier Duarte de Ochoa.

Era el hombre más buscado,  mediáticamente sobre todo, después del capo del Cartel de Sinaloa, Joaquín El Chapo Guzmán, quien estuvo prófugo menos tiempo que él. La noticia sobre la detención del veracruzano acaparó las primeras planas de toda la prensa porque Duarte carga con buena parte del malhumor social. Sus actos de corrupción fueron exhibidos públicamente y provocaron el enojo popular generalizado, no solo en la entidad.

Pero no hay que confundirse: Duarte de Ochoa no es el político más corrupto sino uno de los más exhibidos.  Hay otros mega-corruptos que ahí andan deambulando, como su antecesor, el innombrable, que es el verdadero pillo,  causante de la tragedia en Veracruz y cuya fortuna personal hecha con el latrocinio es mucho más grande que la de Duarte de Ochoa. Sin embargo, en política no se castiga el pecado sino el escándalo y por eso le echaron el guante, porque su corrupción fue desnudada ante todos.

Ojo, tampoco es un ‘chivo expiatorio’ como lo quiere definir el dirigente nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador -¿qué tanto le debe El Peje a Duarte para defenderlo arriesgando su propia honra?- y como seguramente las plumas rojas, azuzadas por el innombrable, lo proclamarán. Muchas de ellas ya están diciendo que su aprehensión es una ‘cortina de humo’ e intentan restarle crédito al actual gobernador, Miguel Ángel Yunes Linares, quien fue el que armó el expediente judicial para procesarlo.

No, Duarte es un delincuente que tiene que responder por lo que hizo aunque tampoco es el único responsable. Hay más pillos que deben ser presentados a los tribunales y  provocarles el llamado ‘vomito negro’ para que devuelvan lo que le robaron al pueblo de Veracruz. El siguiente en la pesquisa debe, obligadamente,  ser el innombrable, criminal entre los criminales. Ahí el gobernador Yunes Linares tiene otro compromiso que cumplirles a los ocho millones de veracruzanos: pescar a esa barracuda cuenqueña y meterla en una jaula.

Aun con las filias y fobias que Yunes Linares provoca en mucha gente, nadie le puede arrebatar su derecho a ceñirse los laureles por la captura de Duarte de Ochoa. Yunes Linares fue quien exhibió los intestinos de la corrupción en Veracruz. Señaló en su momento los vertederos por los cuales fluyó el dinero de los veracruzanos hacia familiares, prestanombres, amigos y cómplices del cordobés.

Sin la dedicación de Yunes Linares para documentar esas pillerías –que las mismas plumas rojas llegaron a calificar de obsesión- la Procuraduría General de la República (PGR) no hubiera tenido los elementos para proceder judicialmente. Es más, el propio gobernador veracruzano fue quien interpuso las primeras denuncias penales que luego  fueron atraídas por el Gobierno Federal. En los hechos, fue  él quien les armó todo el expediente que permitió su persecución judicial.

Por eso, ahora Yunes Linares puede decir que con Duarte en la cárcel cumplió su compromiso de campaña electoral para meterlo a prisión. ¿Misión cumplida?, sí, pero en parte. Al gobernante le falta el otro 50 por ciento que se complementará cuando ponga tras las rejas al innombrable. El titiritero no puede andar libre si ya la marioneta está en prisión.

 

LAS LLORONAS Y EL BOTÍN

La aprehensión de Duarte de Ochoa será usada, sin duda,  como un botín electoral en el altiplano. Se dice que ante los pronósticos negativos para el Revolucionario Institucional en el Estado de México, que es la antesala para la renovación presidencial del 2018, en Los Pinos decidieron usar la carta duartista para tratar de recomponer la mala fama del partido y de su candidato mexiquense, Alfredo del Mazo.

 Es difícil que la exhibición de Duarte tras las rejas le alcance al tricolor para recomponer el declive electoral. En primera porque la extradición del exgobernante veracruzano podría tardar unos dos meses, y no alcanzaría a llegar a México antes de los comicios del 4 de junio, aunque muchos afirman que la Secretaría de Relaciones Exteriores (SER) negocia con el gobierno de Guatemala una extradición exprés para que el trofeo sea paseado en vísperas de los comicios. Señalan que será una deportación y no una extradición para agilizar los tiempos.

Empero, aun teniendo a Javier Duarte en prisión –al igual que al tamaulipeco Tomás Yarrington, capturado días antes en Florencia, Italia- no aminorará la percepción colectiva de que ambos son militantes del PRI, que se les postuló a gobernadores, se les toleró cuando hacían desmanes en sus estados y en su momento se les permitió  huir. Y más por la contraparte pues Duarte en prisión también es una magnifica bandera electoral para la oposición.

 Como se dijo líneas arriba, el encarcelamiento de Duarte de Ochoa también es un trofeo electoral y sobretodo en Veracruz. El gobernante en turno lo exhibirá porque es un logro personal que se anotó. A los veracruzanos les cumplió esa parte de llevar ante los tribunales al cordobés y eso sin duda influirá los ciudadanos a la hora de que sean convocados a las urnas, especialmente si los candidatos de la coalición PRD-PAN agitan esa bandera en las campañas.

En fin, la aprehensión de Duarte debe ser la regla, no la excepción y la cárcel espera por muchos más, al menos a nivel local. Una de ellas es también –no hay que perderla de vista- es la esposa, Karime Macías, involucrada directamente en la expoliación del dinero de los veracruzanos. Hasta donde se sabe, Macías Tubilla está también bajo custodia –¿no detenida?- en Guatemala, pero debe tener el mismo estatus de indiciada.

Además hay otra especie que ronda: que la detención del veracruzano no fue captura sino entrega. Lo aprehendieron después de encontrarse con sus hijos en un hotel de Guatemala, frente al lago Atitlán. Las autoridades sostienen que la pista para dar con su paradero fue el viaje que hicieron sus cuñados Mónica Macías Tubilla y José Armando Rodríguez Ayache con Javier, Carolina y Emiliano Duarte Macías, hijos el exgobernante.

Demasiada obviedad, ¿quién viaja con los niños de un prófugo, el más buscado, para un encuentro familiar?, ¿acaso no sabían que eran vigilados por ser la madeja conductora? Eso no es de principiantes sino de pactistas. Al parecer habría un acuerdo con Duarte para entregarse con la premisa de encontrarse primero con sus hijos y tal vez con el compromiso de no hablar de los miles de millones de pesos que fueron enviados a la campaña electoral de Enrique Peña Nieto en el 2012 desde Veracruz.

Por ese motivo a Duarte de Ochoa le dieron el ‘pitazo’ en octubre del 2016 para que pudiera escapar y por eso también logró salir del país y mantenerse oculto todos estos meses, sin que pudieran localizarlo. Ahora todo parece indicar  que hay un escenario preparado para que en los interrogatorios ministeriales y en el juicio subsecuente no surjan las pistas que involucren a Peña Nieto con el desfalco financiero en Veracruz.

Mientras eso sucede, en Veracruz hay por todos lados ‘viudas ingratas’ de Duarte de Ochoa que en un afán de salvar su prestigio no lloriquean sino reniegan de ese al que en su momento sirvieron y vitorearon. Una de esas lloronas malagradecidas es el senador y candidato perdedor a la gubernatura, Héctor Yunes Landa quien en las redes sociales festinó la captura de quien hace no mucho llamaba “mi jefe político”.

Otro es el también senador José Yunes Zorrilla quien, ahora sí, pide que se ejerza el peso de la ley sobre Duarte, pero quien guardó silencio durante todo el sexenio y toleró todas las pillerías del cordobés. Quiso distanciarse un poco en el último año, cuando estaba la coyuntura electoral, pero solo fue superficialmente. Por omisión, fue el peroteño cómplice de lo que Duarte hizo en Veracruz.  No tienen vergüenza, ese par de Yunes rojos.

Y claro, la pregunta que carcome el morbo es, ¿quién va a cobrar los 15 millones de pesos que ofrecían a quien diera pistas para su captura? Los Macías Tubilla son tan ambiciosos que seguramente ellos mismos entregaron a Duarte para cobrar ese dinero. No dan paso sin guarache, pues.

 

POPULE MEUS

Otro periodista fue asesinado el viernes pasado. Sicarios atacaron a balazos a Maximino Rodríguez Palacios, quien laboraba para el Colectivo Pericú, cuando llegaba un centro comercial en La Paz, Baja California Sur. Es el cuarto comunicador abatido en lo que va de este 2017. Antes, victimaron  a Cecilio Pineda en Guerrero, Ricardo Monlui en Yanga, Veracruz y  Miroslava Breach en Chihuahua.

Fue en pleno Viernes Santo cuando la comunidad reporteril nuevamente se cubrió de luto. Es el interminable viacrusis de un gremio inmolado, que ha quedado en medio del fuego cruzado en una guerra irregular iniciada en el 2006, la cual ha cobrado, hasta la fecha, la vida de 86 comunicadores y otros 25 están desaparecidos. De esa cifra fatídica, el 30 por ciento ha sido aportado por Veracruz.

La comunidad reporteril en México está bajo fuego. Es víctima de asesinatos seriales perpetrados por  crimen organizado y los políticos coludidos. La muerte o la desaparición de un periodista son usadas como arma para sembrar el terror. Un comunicador muerto es escándalo seguro, pero a la vez, un daño irreparable a la democracia. Pese a ello, los homicidios de reporteros, la mayoría cometidos con saña, son banalizados y hasta ignorados por esos mismos que deberían reclamar que se detenga el baño de sangre.

 “Popule meus, quid feci tibi?” (Pueblo mío, ¿qué te hecho?), es el reproche –muy ad hoc por el día en que ocurrió el atentado –  de la comunidad periodística hacia la población que permanece muda y con los brazos cruzados cuando le asesinan a los mensajeros. Ya lo decía un compañero del norte del país: “México es un país de mata-periodistas y de gente ‘mula’. Nos amenazan, nos persiguen, nos agreguen, nos matan, nos exilian o nos desaparecen y ellos hasta lo llegan a justificar.

Piensan que el daño no los alcanzará. ¡Malagradecidos y ciegos!”.

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