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Tres años sin pista de pareja

Superiberia

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Veracruz.- Desde el año 2013, una familia sufre por la desaparición de una pareja; el empleado aduanal Jonattan Celma Rosales, de 26 años, quien fue levantado cuando estaba junto con su novia.

    A pesar de que los familiares recibieron llamados de parte de los secuestradores, quienes exigían la cantidad de 500 mil pesos como rescate, no han vuelto a saber de ellos. 

El 29 de julio del año 2013, María de Lourdes, estaba en su casa, cuando vio llegar a la madre de la novia de su hijo Jonattan, quien le infomó que éste y su novia Lucero habían sido secuestrados.

Veracruz vivía una época de terror con una guerra entre distintos cárteles de la droga y una pelea de las fuerzas del orden. La operación de bandas delincuenciales, dedicadas lo mismo al secuestro, extorsión, que a reclutar a jóvenes era el tema del día, al igual que los tiroteos, ejecutados, descuartizados.

La madre de Lucero, la novia de su hijo, y su pequeña nieta de once años, contaron lo sucedido. Cuando Lucero y Jonattan se disponían a salir de su casa, cuatro sujetos ingresaron a la fuerza y se los llevaron. 

La niña había sido acogida por Jonattan como si fuera su propia hija. La menor estaba durmiendo en su habitación cuando la despertaron gritos de hombres, uno de los cuales ingresó a su cuarto y al verla se serenó y le hizo una petición: “tranquila, no pasa nada, vuélvete a dormir”, le dijo el sujeto.

 Obediente, hizo como si durmiera, pero a los lejos escuchó como golpeaban a sus padres, hasta que su madre encaró a sus verdugos: “calmados que hay niños”. Se calmó el escándalo, las agresiones y se los llevaron.

 La niña, con otro de sus primos que dormía en la misma casa, se quedó solita, prepararon un chocomilk y esperaron que llegara su abuelita. 

“¿Qué sentí? Que me moría”, recuerda a la distancia. Llamó telefónicamente a su hija Zoé y le dijo: “tranquilízate y vente”.  Mientras tanto, en casa, su tercer hijo, Víctor, estaba incrédulo.

La mujer, se encontraba en el Cuartel de la Policía de Playa Linda,  conocido como el Penalito.

En esa pequeña prisión provisional, donde llevan a todos los detenidos antes de ser puestos frente a un Juez, inició su verdadero vía crucis. Contó lo sucedido a un elemento de la Secretaría de Marina-Armada de México, institución armada que asumió las tareas de vigilancia policial debido a la grave violencia que azotaba la región.

 – Fue un autosecuestro –le respondió.

 – Mi hijo no tiene necesidad de un autosecuestro –contestó con la quijada apretada.

 – Se fue con la novia –replicó el oficial.

 – Tampoco. Tiene un año viviendo con ella. Por favor háganme caso –imploró la madre de familia.

 No quisieron. Tenían que pasar 72 horas para que comenzara la búsqueda del desaparecido y de su novia. Tenía ganas de abalanzarse en contra de los oficiales y golpearlos hasta dejarlos inconscientes, sensación que también sentía en las entrañas su ex esposo y padre de sus hijos al ver lo que pasaba.

 “Tenía ganas de golpearlos para que estuvieran en mi lugar. Si ellos hubieran actuado otra cosa hubiera pasado. Sentía un coraje muy grande, con ganas de golpearlos, pero te tienes que controlar, si de por sí no te hacen caso. A mi ex le dije: cálmate porque si no nos van a meter hasta el bote a nosotros y no vamos a arreglar nada”, afirma.

 Había tenido que esperar dos días para que en la Agencia Sexta del Ministerio Público de la ciudad tomara los datos de su hijo y de lo ocurrido: “Nombre: Jonattan Celma Rosales. Edad: 26 años. Estudios: licenciado en Comercio Exterior. Empleo: empleado de la Agencia Aduanal Nad. Desaparecido: 29 de julio del 2013.” 

Estaba emitiendo su declaración ministerial, cuando sonó su celular y todo se transformó.

 – ¿Señora Lourdes?, preguntó una voz masculina joven.

 – Sí, respondió.

 –Tenemos a su hijo Jonattan, queremos 500 mil pesos. No dé aviso a las autoridades, ni nada.

 No existen palabras para describir las sensaciones que pasaron por su mente y corazón. “Horrible, horrible. Me agarró mucha desesperación”, confiesa. Abandonó la agencia ministerial, dejó a medias toda su declaración y le ordenó a su hija Zoé regresar a su hogar.

 A las pocas horas vino una segunda llamada. Con insultos, groserías y amenazas exigieron el medio millón de pesos, pero ella se armó de valor e igual les contestó con insultos, majaderías y con la voz firme exigiendo escuchar a su hijo.

 Ese día fueron tres llamadas. Fue un día de emociones encontradas. Por un lado saber que al menos había forma de negociar su regreso a casa y, por el otro, el miedo a lo desconocido, a no saber cuánto lo estaban haciendo sufrir. Era un tormento a cada segundo y minuto que pasaba.

 Veinticuatro horas después, llegó una cuarta y quinta llamada. En todas pidió más tiempo para juntar el rescate, pero también una prueba que su hijo estava vivo. Los plagiarios le exigieron 50 mil pesos para que pudieran pasarle, vía telefónica, a su hijo.

 Llevaba tres días sin dormir y con poco alimento, por el miedo y la tensión. Pero el corazón la mantenía en pie y en espera de instrucciones.

 “Vas a llevar los 50 mil pesos en una bolsa envuelta, y nos vemos en el súper “Chuchín” enfrente de Plaza Crystal y ahí esperas la llamada”, le ordenaron.

 Su hija Zoé le imploró que no fuera a la cita, en su corazón temía que tampoco regresara como su hermano. Y María de Lourdes también pensaba eso, pero era más fuerte el amor de madre.

 “La verdad tenía miedo y coraje. Yo también pensé que no iba a regresar. Le dije: es más fuerte el amor a mi hijo y ni modo.  Yo quería oír la voz de mi hijo…”; entonces salió de su casa y se enfiló a la cita con los secuestradores. De una florería caminó una anciana, como de 70 años, se paró en la misma esquina con un crisantemo en las manos.

 “¿Trajiste el dinero?”, le preguntaron. Ella les contestó que portaba lo acordado, y lo dejó en una caseta telefónica, luego le comunicaron a un hombre al que le preguntó si era Jonattan y contestó que sí, pero colgó, y desde entonces no ha vuelto a saber nada de él y su novia.

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