México.- El debate sobre el salario mínimo se ha colado por las rendijas de la abultada agenda política y económica de México.
Al imponente arsenal de reformas (fiscal, energética, bancaria, telecomunicaciones) lanzadas por el Gobierno priista a final del año pasado hay que añadir ahora una bala más.
Los dos grandes partidos de la oposición, respaldados por recientes estudios de organismo internacionales, han colocado el foco en la política salarial de un país con 53 millones de pobres y una de las brechas por desigualdad de renta más grandes del mundo.
El sueldo mínimo que ingresa un trabajador en las zonas urbanas de México, actualmente 67,29 pesos al día (cinco dólares), no llega ni siquiera para cubrir sus necesidades básicas personales.
El primer golpe de raqueta lo dio el Gobierno del Distrito Federal en la simbólica fecha del 1 de mayo, Día Internacional del Trabajador. El jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, defendió la necesidad de elevar el salario mínimo en México para compensar su brutal caída durante los últimos 30 años.
“De 1976 a 2014 los salarios se han reducido en un 71% a nivel nacional y en un 77% en el DF”, señaló.
Durante la década de los ochenta la mayoría de los países latinoamericanos emprendieron duros recortes en la política salarial para taponar la hemorragia de la inflación que por entonces maltrataba a sus economías.
Pero mientras socios de la región como Argentina, Brasil, Uruguay o Ecuador han ido recuperaron lentamente los salarios, México los ha mantenido congelados e incluso los ha rebajado en los últimos años.
La consecuencia de tanto adelgazamiento salarial es que México, la segunda economía de Latinoamérica, ha caído al último puesto en la clasificación de la OCDE sobre los ingresos mínimos que recibe un trabajador, por debajo de países como Estonia, República Checa o Hungría.
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