En un giro inesperado de los acontecimientos, se ha revelado que Taylor Swift estuvo bajo escolta policial durante sus conciertos en Londres el pasado agosto. Esta decisión ha generado un intenso debate en el Reino Unido, especialmente tras la reciente negación del gobierno británico sobre cualquier tipo de presión ejercida sobre la policía para proporcionar esta protección.
Según el diario The Sun, la decisión de brindar escolta a la icónica cantante se tomó tras el alarmante incidente en Viena, donde se cancelaron tres de sus conciertos debido a un fallido atentado suicida planeado en su contra. En Londres, Taylor disfrutó de un nivel de protección que normalmente se reserva para jefes de Estado o miembros de la familia real. Aunque inicialmente algunos agentes de policía se mostraron reacios a esta medida, la intervención de la ministra del Interior y del alcalde de Londres fue determinante para asegurar la seguridad de la estrella.
La ministra de Cultura, Lisa Nandy, defendió la actuación de la policía en una entrevista con Sky News, afirmando: “Rechazo totalmente la idea de que hubo alguna mala conducta o influencia indebida en este asunto. Es una cuestión operativa que corresponde a la policía y no al gobierno. La policía tomó la decisión”. Esta declaración se produce en medio de un escándalo en el que el primer ministro laborista, Keir Starmer, y otros altos funcionarios de su partido se enfrentan a críticas por aceptar entradas para el concierto de Taylor.
Aparentemente, la madre de Taylor, quien también actúa como su representante, jugó un papel crucial en la obtención de la escolta. Según The Sun, amenazó con cancelar los conciertos si no se garantizaba la protección policial para los desplazamientos de su hija entre el hotel y el estadio de Wembley.
La controversia ha suscitado un debate más amplio sobre la seguridad de las celebridades y la influencia del gobierno en las decisiones policiales. En respuesta a los comentarios, la policía de Londres recordó que su cuerpo es “operativamente independiente” y que las decisiones se basan en evaluaciones exhaustivas de amenazas y riesgos.
Como resultado de esta controversia, Keir Starmer devolvió más de 4 mil dólares en entradas para el concierto y otros obsequios, intentando distanciarse del escándalo.
Este episodio no solo pone de relieve la fama y el estatus de Taylor Swift, sino que también revela las complejas interacciones entre la política, la seguridad pública y el mundo del espectáculo. ¿Qué opinas sobre la protección que recibió la cantante? ¿Es justificable en el contexto actual de amenazas a celebridades? La conversación continúa.
