Le recomendamos que esté atento esta noche al cielo: se producirá un raro fenómeno que no se da desde hace 19 años y que no se volverá a repetir hasta 2030. Se trata de la coincidencia de una superluna con el equinoccio de primavera, la llamada «luna de gusano». Los que miren hacia nuestro satélite podrán verlo un 14% más grande y un 30% más brillante que una luna llena habitual, llegando a su cénit a las 2.44 horas del 21 de marzo, cuatro horas después de la llegada oficial de la primavera. Un espectáculo al alcance de cualquiera que no requiere de ningún equipo para ser visualizado y que cerrará el ciclo de las tres superlunas que se han dado en enero y febrero.
Una superluna es una luna llena cerca del perigeo, el punto más cercano a la Tierra en su órbita mensual. Es decir, el momento en el que nuestro planeta y su satélite se encuentran más próximos y, además, coincide con la luna en fase llena. En concreto, esta noche la Luna estará a 366.652 kilómetros de distancia, algo más lejos de lo que estuvo la Superluna de enero (364.209 kilómetros) o la de febrero (363.508 km), siendo esta última el momento en el que nuestra vecina se acercó más a nosotros en todo 2019.
Sin embargo, lo que tiene de especial esta superluna es su coincidencia con el equinoccio de primavera: el momento en el que el centro del Sol, visto desde el planeta, cruza el ecuador celeste en su movimiento aparente hacia el norte. Así que la estación de las flores (en el hemisferio norte, porque en el sur se marca el inicio del otoño) nos regala este año (y que no se repetirá hasta dentro de once) una superluna que puede ser observada a simple vista desde cualquier lugar del planeta, siempre que las nubes y la contaminación lumínica lo permitan.
¿Por qué «gusano»?
A pesar de ser conocida simplemente como luna llena de marzo, en los últimos años se ha puesto de moda la nomeclatura popular de los pueblos que veían en nuestro satélite una especie de deidad. Así, el apodo de «gusano» surge porque es la época en la que el suelo se descongela y aparecen estas criaturas. Los indios americanos también la apodaban «luna cuervo», porque coincidía con el momento en que estas aves despiden al invierno y dan la bienvenida al calor con sus graznidos.
La misma lógica rige que disfrutásemos el pasado mes de enero de una superluna de sangre de lobo o en febrero de una superluna de nieve. De hecho, hay cierta polémica con el término «superluna», ya que no tiene ningún origen científico: su responsable es el astrólogo Richard Nolle, quien en 1979 se bautizó así estos fenómenos relacionándolos con grandes huracanes, erupciones volcánicas y terremotos que nunca se han demostrado. Nolle incluyó en el término Lunas nuevas o Lunas llenas cuya distancia relativa al apogeo de su órbita es mayor o igual que el 90%, lo que implica que al año se den tres o más de estas superlunas, convirtiéndolo en un fenómeno bastante normal.