Esa noche, la luna iluminaba la gran carpa, y junto a ella, el camerino más lujoso del circo, con la luz interior aún encendida. Ahí estaba el cirquero, desesperado por no poder conciliar el sueño. Después de varias horas de insomnio… logró por fin cerrar sus ojos, quedando abrazado a su almohada.
Posteriormente, comenzaron a oírse los fuertes ronquidos y apareció de entre sus cobijas Guz Loes, un ratoncito con su sencillo traje color caqui, que sin titubear se aproximó a la oreja del cirquero y le dijo:
Soy la voz de tu inconciencia, concéntrate…El día de mañana vence el plazo, y sin papeles en regla, tendrás que donar tus tigres y leones a reservas y zoológicos; o acaso: ¿piensas sacrificarlos? o quizá ¿venderlos en el mercado digital?, pues esa será tu decisión. Yo te lo venía diciendo, además en estos días, he andado muy apurado en busca de cacahuates y maíz no transgénico.
Al terminar su discurso, Guz volteó a todos lados y abandonó la cama para regresar a su guarida. Al amanecer, el confundido cirquero, aventó molesto su almohada al piso, no sabía qué hacer. Ese día, en el circo habría dos funciones como de costumbre y al finalizar la segunda y antes que los espectadores abandonaran sus butacas…
Tomó el micrófono y exasperado vociferó a la concurrencia: Los animales forman parte de la cultura de los circos, y los circos forman parte de la cultura de nuestro país. ¡Qué incongruencia! Las corridas de toros son totalmente legales y a nosotros nos prohíben traer animales. El gobierno, ni sabe cuántos circos hay en esta nación.
El público, después de escuchar tal discurso, quedó anonadado, los niños volteaban a ver a sus padres, nadie se esperaba esto. De pronto, alguien de los ahí presentes, se paró y gritó: ¡Que viva el partido del ave exótica! Todos quedaron en silencio, y de repente se escuchó una gran rechifla. ¡Fuera, fuera! Gritaron a coro, la mayoría de los asistentes. El cirquero, al ver tal alboroto, optó por despedirse y dar por finalizada la función.
Minutos después, ya cuando todo el público había abandonado la carpa, llamó de inmediato al encargado de compras y mantenimiento del circo y le ordenó:
Necesito que mañana, compres lo de siempre, menos carne. ¿Qué hará patrón? Preguntó el empleado. Nada, nada, tú solo hazlo, contestó él dueño. Al terminar la charla, se fue a su cuarto y después de cenar, el insomnio nuevamente se apoderó de él, esta vez, durante toda la noche.
A la mañana siguiente, impaciente tomó su celular y prendió su computadora portátil, cuando en eso, llegó el encargado de compras para informarle que los felinos estaban hambrientos, después, llegó otro de sus empleados para avisarle que los del gobierno, habían llegado al circo y querían hablar con él.
El cirquero, al oír la noticia, corrió a su camerino y ahí permaneció durante varias horas, escondido en algún recoveco, hasta quedar profundamente dormido, y en eso…Apareció Guz, muy fatigado y con un traje nuevo; sin su tradicional vestimenta color caqui y exclamó: Tontos funcionarios… Fin