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Sr. Presidente de la Conago

Superiberia

Licenciado. Rafael Moreno Valle, presente.

Desde este espacio, las mujeres del norte, centro y sur del país le hacemos un atento llamado para que a la brevedad posible, hable con sus colegas gobernadores, a fin de instrumentar la solicitud que en boca del presidente Enrique Peña Nieto, hemos hecho desde 1821, cuando esta gran nación inició su vida independiente.

Brevemente, le cuento que en ese año, las mujeres de Zacatecas enviaron una carta al Congreso, para que, en virtud de los muchos méritos de ellas en la lucha independentista, se les concedieran derechos políticos. Su solicitud no fue atendida, por lo que en 1824 protestaron desde Zacatecas.

En 1857, cuentan los cronistas que 81 mujeres se pararon frente al edificio del Congreso de la Unión y demandaron nuevamente el voto para ellas, debido a que la ley no les prohibía expresamente ejercer sus derechos. No las escucharon.

En 1898, Rafaela Varela entrega una carta firmada por cientos de mujeres, diciéndole a Porfirio Díaz que si accedía a tan importante solicitud, pasaría a la historia como el más progresista de los gobernantes de América Latina. Y ¿qué cree? Que tampoco hizo ningún caso.

En 1916, Hermila Galindo reclama al Congreso Constituyente el sufragio femenino y le contestan que las mujeres están bien donde están, encerradas en sus casas. Y así sigue está larga y triste historia, hasta 1953, cuando el presidente Ruiz Cortines firma el decreto que tanto deseaban muchas mujeres. Pero, ¡oh, sorpresa! Podíamos votar, pero casi sólo por hombres.

En 1990, cuando ya habían pasado más de 40 años, sólo 10% de la Cámara estaba integrada por mujeres y en los estados, muchos congresos locales estaban integrados por puros hombres. En diversos estudios hechos por instituciones de reconocido prestigio, los diputados afirman que ellos no son capaces de representar a las mujeres. Y es verdad. Sólo quienes viven en cuerpos femeninos, saben del hostigamiento sexual cotidiano, del acoso laboral, de muchas otras formas de discriminación.

La paridad en las candidaturas a puestos de elección popular es una medida que nos beneficia a todas y todos. Las mujeres están capacitadas tanto como los hombres, y no negamos que es deber de cualquier persona, continuar mejorando su formación profesional. En todos los partidos, las mujeres inscritas son más o menos igual proporción que de hombres. No hay pretexto para continuar con la discriminación hacia ellas.

Lo consideramos un aliado y un hombre con capacidad para persuadir a sus colegas de que ésta es una reforma importante y benéfica, pues además de ampliar la democracia, es uno de los pilares para un desarrollo equilibrado.

Las mujeres estamos listas y dispuestas a dar la batalla en el terreno electoral, para convencer a los electores. Requerimos esos espacios para poner nuestro talento al servicio de la patria. 

 

 

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