México.- La incredulidad de tener a una estrella de Hollywood en la Ciudad de México se hizo notar ayer entre contados transeúntes y automovilistas que vieron a Robert De Niro en la zona de Polanco.
Trabajadores del área, algunos paparazzi y curiosos que se acercaron al lugar para saber qué era lo que pasaba ante un fuerte dispositivo de seguridad, fueron de los pocos que vieron al actor estadunidense por unos segundos en el país, a donde vino a inaugurar la segunda sucursal de su restaurante de comida japonesa, Nobu.
Adentro del local, en un ambiente de glamour, De Niro quiso pasar con discreción su estadía en el sitio, donde lo acompañaron invitados especiales como el Secretario de Turismo de la Ciudad de México, Miguel Torruco y el periodista Jacobo Zabludovsky.
El histrión, que vistió de forma sencilla con una camisa negra y saco café, dio un corto discurso, donde se limitó a decir que México “es un gran país” y que se encontraba “muy feliz”.
Entre flashazos y decenas de celulares grabando, De Niro rechazó externar opiniones ante las preguntas sobre qué pensaba del cine nacional o de los actores que participaban en películas de Estados Unidos.
Robert de Niro, multinominado al Oscar, director y productor de cine, abandonó el lugar a bordo de un lujoso auto que fue escoltado por camionetas negras, sin dejar rastro alguno de su presencia.
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