Por: Verónica Carbajal García / columnista
*Caminando donde la niña Juana Inés en la Hacienda Panoayan
“Ese poema no existía y escribirlo era llenar un espacio vacío,
era poblar un pedazo invisible”.
Mónica Lavín, “Yo, la peor”, novela histórica
A los siete años, Juana Inés escribió una loa que mostró a su maestra Refugio Salazar. Lo escribió cuando vivía en la hacienda de su abuelo en Panoayan.
Luego de leer la loa, la maestra preguntó:
-¿De dónde sacas las palabras?
-Las oigo y las veo- contestó Juana Inés
-Se la pasa en la biblioteca del abuelo -agregó Josefa, entretenida con la rareza de su hermana-.
¿Y dónde lo escribiste?
-Sobre la mesa del abuelo, con su tinta y su plumilla.
La escritora Mónica Lavín, en su novela histórica “Yo, la peor” recrea el ambiente que en verdad puede sentirse, cuando se camina por los pasillos, la capilla, la cocina, las habitaciones y los patios de la Hacienda Panoayan, donde vivió Juana Inés de Asbaje y Ramírez. Sitio abierto actualmente a los turistas, convertido en importante museo y centro turístico del Estado de México.
Desde los 3 y hasta los 8 años (1651 a 1656), Juana Inés vivió en esa hacienda, donde a escondidas aprendió a leer y escribir, donde los volcanes eran uno de los paisajes preferidos de la niña.
El “doodle” del buscador Google, dedicó su imagen este domingo 12 a la “décima musa”, recordando así un aniversario más de su natalicio, en 1651. Ella aparece sentada frente a un escritorio, entre dos libreros donde destaca el lomo de seis gruesos tomos que forman la palabra Google. Dos ventanas dejan ver un paisaje de verdes magueyes.
Mirar la imagen me hizo recordar mi visita, hace algún tiempo, a la Hacienda Panoayan, y la posterior lectura de la novela histórica de Mónica Lavín, “Yo, la peor”.
La referencia a la Hacienda Panoayan se encuentra en la primera parte del libro: “La niña del volcán”. Leer esa parte, y conocer la hacienda, caminar por ella, permite comprender mejor la época que vivió Juana Inés, cuando las mujeres estaban dedicadas sólo a las labores del hogar, al cuidado del esposo y los hijos. Donde convivió con los esclavos negros de aquella época.
Una forma de adentrarse a quien fue mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, es con la visita a esta Hacienda, ubicada en la carretera federal México-Cuautla, entre Chalco y Amecameca, con la señalización carretera de “Los venados acariciables”.
La casa se encuentra bien conservada, desde su fachada con portón y ventanales de madera, hasta sus interiores con cuadros donde se puede ver a Juana Inés; además hay réplicas a escala de galeones y barcos, y una cocina adornada con cazuelas y metates.
En sus pasillos silenciosos, los pasos de los visitantes retumban y hacen eco; y como en todas las viejas haciendas, se cuentan historias de fantasmas y aparecidos. Realidad o toque de atractivo, es un sitio excelente para conocer mejor cómo fue la vida de la poetisa en su niñez.
¿Alguna vez ha observado bien la parte trasera de un billete de 200 pesos? -el llamado “Sorjuanita”-, dedicado a Sor Juana Inés, chéquelo, tiene en la parte de atrás la imagen de una hacienda. Esa es la Hacienda Panoayan.
No sólo fue una figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII, sino que la escritora y poetisa, también se destacó como defensora del derecho de las mujeres a acceder a la educación, a la intelectualidad.
A 322 años de distancia de su nacimiento, el nombre y figura de la religiosa erudita rompe no sólo el tiempo, sino también da un brinco al streaming, al contar con una serie producida por Canal Once, y disponible hoy en Netflix, y que por cierto, habrá que darse tiempo para ver.
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