
AGENCIA
Ciudad del Vaticano.- Mientras cardenales, obispos y altos funcionarios del Vaticano se despedían en fila ordenada del papa Francisco, una figura inesperada rompió el rígido protocolo y se detuvo junto al féretro durante varios minutos, en profundo silencio y oración: sor Geneviève Jeanningros, amiga cercana del pontífice y una de las personas que lo llevó a conocer a los más marginados de Roma.
Con 81 años, una mochila a la espalda y sin formar parte de la comitiva oficial, la religiosa de la orden de las Hermanitas de Jesús se acercó discretamente al féretro del pontífice fallecido a los 88 años. A pesar de no estar en la lista de quienes debían rendir homenaje en primera instancia, nadie osó interrumpirla. Su presencia decía más que cualquier protocolo.
Conocida en el entorno vaticano como la “enfant terrible”, título que el propio papa Francisco le otorgó con cariño, sor Geneviève lleva más de cinco décadas dedicándose a servir a las mujeres transexuales y a los feriantes de Ostia, en la costa del Lacio. Cada miércoles, comenzó a llevar a las audiencias generales del papa a grupos de personas trans y homosexuales, muchas de ellas en situación de prostitución.
Durante la pandemia, junto con el párroco Andrea Conocchia, tocó la puerta del cardenal Konrad Krajewski, limosnero del papa, para pedir ayuda para estos grupos vulnerables que habían quedado sin ingresos. Así logró que el Vaticano brindara apoyo a unas 40 o 50 personas, muchas de origen sudamericano, en situación de extrema necesidad.
“Un miércoles llevé a Claudia, Marcella y muchas otras para que conocieran al papa. Incluso una fue asesinada poco después. Se habían tomado una foto con él; se la llevé y él rezó por ella”, relató sor Geneviève en entrevistas anteriores con medios vaticanos.
Uno de sus logros más significativos fue conseguir que el 31 de julio de 2024, el papa Francisco visitara el parque de atracciones de Ostia para encontrarse personalmente con los feriantes, cumpliendo así uno de sus compromisos con los más olvidados.
La imagen de la monja orando junto al cuerpo del papa ha conmovido a miles en redes sociales, no solo por su carga simbólica, sino porque representa el legado más humano y cercano del pontífice: el de una Iglesia al servicio de los últimos.
