Orizaba.- Ante la difícil situación por la que atraviesan, la enorme necesidad de educar y alimentar a su familia, comerciantes foráneos buscan la manera de sobrevivir, además tienen que soportar groserías y humillaciones de los policías de Orizaba, porque desafortunadamente en sus comunidades no
hay empleo.
Son extenuantes las horas de trabajo y es mínima la ganancia que obtienen las mujeres de la sierra y comerciantes que por necesidad acuden a Orizaba para vender algún producto, juguete, comida o frutas.
La mayoría se despierta a las 5:00 horas para preparar el desayuno y dejar a los niños en la escuela, además de alistar su mercancía, una jornada que les permitirá dormir hasta las 24:00 horas, pues al llegar a su casa tienen otros deberes como es el de ser esposa y madre, o bien padre de familia.
Sin embargo, en la ciudad de Orizaba se enfrentan a la Policía municipal y a los trabajadores del departamento de Comercio quienes a base de insultos, palabras altisonantes y humillantes les piden que se retiren de la vía pública, porque consideran que a su actividad no se le puede llamar trabajo.
“No nos dejan vender y abusan de uno, no es justo lo que nos hacen, venimos por necesidad y ellos nos dicen: Viejas chancludas éstas, no entienden, están en vía pública y aquí no pueden trabajar”, indicó Reyna, quien es madre de cuatro menores, dos en la primaria, uno más en preparatoria y el más chico está a punto de ingresar al jardín de niños.
La situación de su hogar, explicó que es difícil, pues apenas les alcanza el dinero para ir al día por lo que tiene que realizar un esfuerzo para brindarles educación a sus hijos ya que su marido es campesino y por jornada le pagan apenas 70 pesos diarios, “y eso es a veces, porque no siempre hay trabajo”.
Gustavo, comerciante proveniente de La Perla y padre de una menor, explicó que él y su pareja tienen que salir a vender debido a que no hay trabajo en su municipio, la única opción son las labores en el campo, sin embargo, desde que ya no hay producción de maíz y frijol las oportunidades son mínimas.
Ante ese panorama, indicó que se ven en la necesidad de vender en las calles de la Pluviosilla, lamentablemente para lograr un peso tienen que soportar que los corran y lo humillen los policías e inspectores de Comercio, “los primeros nos dicen: pues no estás trabajando, nada más estás parado ahí, búscale otro trabajo, nosotros sí estamos trabajado, no como ustedes que nada más andan de flojos aquí”.
Debido a las multas que les aplican de 700 pesos, explicó que no les conviene ir a la inspección de la Policía municipal para recuperar su mercancía porque resulta más cara la sanción que la inversión, la cual en la mayoría de las ocasiones no supera los 300 pesos, por eso ya no reclaman.