En su primer discurso como Presidente de México, Enrique Peña Nieto hizo un anuncio que mereció el beneplácito de amplios sectores de la sociedad: el rescate del transporte ferroviario en México, particularmente del servicio de pasajeros, que hoy presta solamente una empresa: la del ferrocarril Chihuahua-Pacífico.
No es un compromiso menor. Implica una vastedad de desafíos técnicos, financieros y de recursos humanos, y ya no sólo la corrección de curvas y pendientes en los 17 mil 166 kilómetros de vías férreas que tiene el país. Vías, por cierto, que habrán de ser reemplazadas (algunas con doble tendido de rieles, para ir y venir), a fin de que México se reincorpore con eficiencia a un servicio que hoy es orgullo de canadienses, estadunidenses, europeos, rusos y japoneses, que han logrado poner en operación trenes de pasajeros que desarrollan velocidades de hasta 200 kilómetros por hora.
En cuanto a recursos humanos la aportación de los ferrocarrileros a este magno esfuerzo será clave, a la luz del sabio consejo de la historia: los errores que no se corrigen, vuelven a repetirse.
Es posible, además, que la cuantiosa inversión necesaria requiera el rediseño del convenio de Concertación de Acciones, pactado en 1991 entre el gobierno y el sector privado para la modernización del sistema ferroviario mexicano, y del que derivó la reforma del artículo 28 constitucional en 1995 para facilitar la inversión privada en el sector.
El apremio está a la vista y las pasadas vacaciones decembrinas lo confirmaron: aeropuertos saturados, sistema carretero congestionado, carreteras estatales y federales deficientes.
El primer paso concreto del proyecto de rescate se daría este año con el tren de pasajeros de México a Querétaro. Le seguirían las rutas México-Toluca, el transpeninsular de Yucatán a Quintana Roo y la ampliación del tren eléctrico en Guadalajara, entre otros. Además y afortunadamente, el programa piloto del tren suburbano del Estado de México y el Distrito Federal ha propiciado otros proyectos, como el tren suburbano Adames-Aguascalientes-Peñuelas, y los trenes interurbanos Guanajuato-Querétaro, Tijuana-Mexicali, Querétaro-San Luis Potosí y Coatzacoalcos-Salina Cruz.
Otro importante aliciente para este ambicioso compromiso del presidente Peña Nieto es el turismo. Según la Organización Mundial del Turismo, México es el principal destino turístico de América Latina y el décimo más visitado del mundo. Poseemos 31 sitios culturales o naturales considerados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
En poco más de 160 años de vida, el ferrocarril ha sido testigo y actor en la historia de México. No podemos sino desear que este valioso compromiso de EPN tenga éxito… y marche sobre caminos de hierro, para bien de la nación y de los mexicanos.