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Sobre la estupidez

Superiberia

por: Gilberto Nieto Aguilar / columnista

El título pudiera estar en algún ensayo de Umberto Eco quien, antes de abandonar este mundo alrevesado y loco, marcado por la estupidez humana, dejó constancia de su escepticismo –especialmente en temas esotéricos–, de su interés por la belleza y la fealdad, su conocimiento histórico, lingüístico y social que le ganaron el reconocimiento del intelectual más connotado de Europa en las últimas décadas.

También pudo haber sido un título tomado de Eduardo Galeano, quien antes de abandonar este mundo falaz e incongruente, nos regaló su ingenio y su agudeza, su ironía y profundidad de pensamiento, con un sentido del humor muy propio del cono sudamericano. Pero no, tampoco
es de él de donde procede la idea. Ni de los clásicos, ni del Siglo de Oro, ni de la Ilustración, ni de Rotterdam.

La estupidez es un tema tabú. Muchos la consideran una cuestión incómoda, peor que hablar de corrupción, de sexo en forma grosera y vulgar, o de alguna otra flaqueza humana denigrante. Pero la estupidez es una constante en la conducta humana, hasta en los seres más inteligentes, lo que la convierte en una condición de estudio.

La Real Academia de la Lengua Española la define como “torpeza notable en comprender las cosas”, pero también puede manifestarse en el actuar, en resolver situaciones de la vida, en reaccionar. En su inquieto y fecundo libro “Estudio de la estupidez humana”, Ediciones Elaleph.com, 1999, Paul Tabori describe los aspectos divertidos y las horribles consecuencias de la estupidez. El lector ríe y llora ante el espectáculo humano pero, sobre todo, reflexiona.

Carlo Cipolla es uno de los exponentes más notables en este escabroso tema. La define como una fuerza humana más enérgica que las grandes corporaciones, más poderosa que los Estados más robustos, más audaz que las redes criminales más sofisticadas. Cipolla entra en el tema de la estupidez no como un nudo de quejas ni como un cínico, sino que plantea la aproximación de un científico a un tema objetivo cuyos fenómenos son susceptibles de ser estudiados (La teoría de la estupidez).

La inteligencia humana es asombrosamente variada. Pero la evolución no ha hecho en exclusiva genios, pues también las personas con alto cociente intelectual tienen momentos en que actúan como tontos, asumen sus lapsus como momentos de irracionalidad, necedad o torpeza. Afirmaba Bertrand Russell que “El problema del mundo es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas”. 

“La Tierra tiene sus límites, pero la estupidez humana es ilimitada”, escribió Gustavo Flaubert, quien consumido por esta obsesión dedicó sus últimos años a recopilar miles de ejemplos en una especie de enciclopedia de la estupidez. La estupidología, según Livraghi, en lo esencial consiste en intentar comprender por qué las cosas salen mal y cómo la estupidez causa la mayoría de nuestros problemas.

Giancarlo Livraghi, recientemente fallecido, escribe “El poder de la estupidez”, Paidós, México, 2016, logrando uno de los documentos más interesantes sobre el tema. Expresa que la literatura al respecto es más bien escasa, pero que comprende cada vez con mayor claridad “que la estupidez es la fuerza más destructiva de toda la evolución humana”. Se pregunta sorprendido por qué se le ha dedicado tan poco tiempo y asegura que el campo de estudio es inmenso, sin hasta el momento encontrar tratados exhaustivos de tan espinoso tema.

Su libro es una reflexión brillante sobre los efectos, el poder y la presencia constante de la estupidez en los actos humanos, algunos trascendentes y de importancia capital por los efectos posteriores tanto para las personas que cometen este desliz como para quienes les rodean o están en su ámbito de autoridad o gobierno.

Toda labor de pensar de verdad, especialmente hoy en día, debería comenzar por separarse de la estupidez colectiva, reinante y ampliamente asimilada. Comenta Livraghi que siempre se ha sentido fascinado por la estupidez: “La mía, por supuesto; y eso es una causa suficientemente grande de ansiedad. Pero las cosas se vuelven mucho peores cuando uno tiene la oportunidad de encontrar cómo la ‘gente grande’ toma decisiones grandes” bajo los efectos aletargantes de la estupidez. 

gilnieto2012@gmail.com.

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