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Síndrome del Panismo Golpeado

Superiberia

El llamado “Síndrome del Panismo Golpeado” describe al abuso psicológico que el Partido Acción Nacional padece a manos del PRI, en el contexto del Pacto por México. Aunque el panismo lo había padecido en el pasado, nunca se había presentado con tanta fuerza como en los últimos 4 meses, y hay incluso aquellos que minimizan sus síntomas. Los panistas suelen presentar una variedad de quejas como maltrato, confusión, falta de claridad mental, irritabilidad y estreñimiento. El diagnóstico sólo puede ser elaborado después de múltiples pruebas incluyendo videos grabados en Veracruz. La mayor parte de los panistas se quedan con el PRI porque le tienen miedo o los mueve el deseo de salir en la foto al lado de Enrique Peña Nieto. De allí que el tratamiento usualmente requiere que el golpeado abandone al golpeador, y obtenga ayuda externa del electorado en el desarrollo de un nuevo auto-concepto.

La clase política es el medio más común para el abuso inter-personal, que va desde las amenazas hasta la muerte. Se estima que más del 50 por ciento de los miembros de la llamada “familia revolucionaria” ha experimentado la violencia en su seno. El sistema político mexicano parece ser un buen lugar de entrenamiento para el comportamiento violento; basta con recordar a Luis Donaldo Colosio, José Francisco Ruiz Massieu, uno de los hermanos Salinas de Gortari, entre tantos más. Sin embargo, la comunidad médica mexicana rara vez reconoce la gravedad de estas patologías. 

La incidencia del “Síndrome del Panismo Golpeado” ha crecido súbitamente desde la toma de posesión del nuevo presidente. Deviene desde el triunfo del PRI y a pesar de ello, su oferta de co-gobernar con el PAN a través del Pacto por México. La búsqueda de consensos lleva al priismo a una estrategia de seducción de un PAN desdibujado y confundido desde su derrota. El PRI le hace numerosas promesas a Acción Nacional, lo convida a Los Pinos, lo trata como princesa y actúa como un esposo cariñoso, afable, constructivo y colaborador. Pero después de la firma del Pacto por México, el priismo engaña y maltrata a su pareja de múltiples maneras. Por ello saca a la luz las irregularidades cometidas por la PGR durante el sexenio de Felipe Calderón, revela la humillación propinada al panismo con el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo, exhibe el revés que implicó para la política exterior del PAN la liberación de Florence Cassez, y ahora justifica un video en el cual el priismo veracruzano describe cómo va a ganar la elección haciendo trampa.

El “Síndrome del Panismo Golpeado” ha sido definido como una práctica compleja y recurrente en la cual el PAN es maltratado repetidamente por el PRI. El abuso puede ser físico y hasta psicológico. Después de cada episodio, el PRI suele ser cariñoso, amoroso y compungido. Sus líderes hablan de la “madurez” y la “responsabilidad” del PAN. Emiten comunicados de prensa en los cuales se comprometen a “garantizar elecciones limpias y condiciones propicias para continuar produciendo acuerdos”. Prometen que “los programas de combate a la pobreza no serán utilizados de manera facciosa o ilegal”. Aseguran que el Gobierno Federal pondrá toda su voluntad política para que no se menoscabe la integridad del voto en los comicios del 7 de julio del 2013.

Esta reconciliación post-maltrato frecuentemente lleva a que el PAN mantenga viva la esperanza de que la relación con el PRI cambiará. Incluso llega a menospreciar el maltrato y a declarar que “Rosario Robles no tuvo nada que ver”. O eran “operadores locales de Duarte a los cuales ya destituyeron”. O bastará con que “haya organizaciones de la sociedad civil” que vigilen las elecciones. O bastará con que “se defina de manera conjunta el perfil profesional de los delegados federales de las dependencias responsables de manejar programas sociales”. O bastará con que Hacienda “investigue las cuentas bancarias de todos los gobiernos de los estados de las cuales se hagan retiros relevantes”. O bastará con “proponer a los gobernadores y alcaldes un acuerdo que los comprometa a abstenerse de realizar entregas de apoyos gubernamentales en los 45 días previos a las elecciones. O bastará “promover con los gobernadores un compromiso político de no utilizar recursos públicos, no entregar despensas, ni materiales plásticos ni textiles”. En pocas palabras van a confiar – como esposa maltratada — en que el PRI ya no les volverá a pegar.

Y el problema es que el maltrato priista al PAN ha sido algo socialmente tolerado. El abuso ha sido considerado como algo normal dentro de la vida política del país. El PRI presiona, compra, regala, distribuye, entrega, opera, maneja y actúa a su libre albedrío. Por más que la Constitución lo impida, por más que el COFIPE lo prohiba, el clientelismo golpeador sigue vivo, el corporativismo manipulador sigue allí, el Estado de Derecho sigue aplicándose de manera selectiva y de allí su efecto disciplinador. Y la intoxicación con el poder va de la mano con el abuso. Desde la punta de la pirámide presidencial, el PRI justifica su actitud abusiva con su posición predominante. El PAN trata de protegerse pero no logra hacerlo más allá de los discursos balbuceantes de Gustavo Madero, donde presenta una lista de exigencias que justificarán su permanencia en el Pacto, aunque esas exigencias no se cumplan. El PAN golpeado aparece paralizado; el PAN maltratado acaba por seguir al lado de quien lo magulló.

Las sociedades en general enfrentan dificultades para diagnosticar el síndrome del maltrato. Las acusaciones en ocasiones parecen demasiado vagas, demasiado generales. El PAN se queja del comportamiento del PRI, pero la amenaza de dejarlo sólo no resulta creíble. Y la opinóon pública suele reaccionar con desinterés o escepticismo. Por fin están pactando, dicen algunos. Por fin están llegando a consensos, dicen otros. Y si hay críticas, tienden a estar dirigidas al PAN por su falta de colmillo, su falta de oficio político, su papel de víctima permanente. Pero un síndrome de esta naturaleza requiere una intervención eficaz, ya que está llevando a la completa desactivación y depresión de lo que debería ser una fuerza vital y combativa de oposición. Está produciendo a un PAN paralizado, inmóvil, dispuesto a aceptar golpe tras golpe con tal de mantener vivo el matrimonio creado por el Pacto por México. Está empujando al PAN a aceptar el macanazo diario con tal de recibir el beso ocasional.

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