Potrero Nuevo, Atoyac.- A 15 días de la desaparición y posterior asesinato de la menor Anahí López Flores, de 16 años, cuyo cuerpo fue localizado en la parte trasera del salón “Multiusos” de Potrero Nuevo, hasta ahora las autoridades ministeriales no cuentan con avances para el esclarecimiento del asunto, lo que ha generado incertidumbre y miedo de la familia.
La jovencita de 16 años, vivía en una casa de mampostería, ubicada en una calle privada del camino a Transbordo, a la altura de la antigua báscula cañera y cerca de las vías del tren, en la colonia Buenos Aires.
A la infortunada menor le sobreviven su madre, Leonarda Flores Martínez, de 42 años, y sus hermanitas de 15, 7 y 4 años, a quienes tiene que mantener trabajando en los quehaceres domésticos, de casa en casa, por haber tenido la mala suerte de ser madre soltera, y ahora cargar con la muerte de su hija, la mayor de 4.
Sentadas en el corredor de la casa, con piso de tierra doña Leonarda y su hermana, cuentan que Anahí era una niña que no tenía problemas con nadie, ella nació en 1998 en el entonces Hospital Civil Yanga, de Córdoba, y después llegó a vivir a Potrero Nuevo, donde siempre han rentado una casa.
Cuando tenía aproximadamente 11 años, la niña empezó a ir a ganarse unos pesos, ayudando en los quehaceres domésticos, en las casas de sus conocidos, y hace cosa de un año y medio, fue invitada a trabajar en una tienda, denominada “González”, ubicada en la referida colonia, a unas cuadras del canal de Potrero.
La propietaria de la tienda la tenía trabajando en su casa y por eso se la llevó de empleada, cubriendo turnos de 8 de la mañana a 8 de la noche, por el irrisorio pago de $700 a la semana.
Cuentan las mujeres que la niña era tan aplicada al trabajo que terminaba toda cansada, y el tiempo que se le daba en la tienda para que fuera a comer, prefería acostarse a dormir un rato, ya que se quejaba de dolor en sus piernas por tanto tiempo que permanecía de pie.
Anahí, como le decían todos de cariño, era una jovencita tranquila, que ni el baile le gustaba, no tenía novio, ni amigos con quienes salir los fines de semana a dar la vuelta, mucho menos conocía de los sistemas tecnológicos, de las redes sociales y el “facebook”. La pobre niña no tenía tiempo para eso, cuenta su madre, cruzando las manos, curtidas por el sol, mientras sostiene su fotografía del recuerdo, de cuando su hija iba a la escuela primaria.
“Ella no salía a ninguna parte, siempre estaba trabajando y cuando salía se venía para la casa, que íbamos a pensar que fuera a pasarle algo así”, comenta ante la presencia de sus otras hijas que jugaban en el patio.
Continuará…