Orizaba.- Si las ofensas fueran dinero, ya seríamos ricas, dicen las canasteras, quienes siguen en su decisión de hacer valer su derecho a un trabajo lícito y libre tránsito.
Ahora, se ven en la necesidad de andar toreando a los supervisores a quienes no les darán nada en caso que intenten extorsionarlas, advierten.
Apostadas en calles céntricas, antes que un operativo las sorprenda, aseguran que no dejarán de estar ahí, porque en las periferias de la ciudad no les compran, retan a Comercio para que les demuestre que sí se vende.
“Que vengan dos horas, pero no a perseguirnos, sino a trabajar allá a donde dicen que sí vendemos, allá en las orillas que vendan ellos”, expresan mientras aprovechan el paso de las personas que les piden desde cilantro, frutas, tamales y pitayas.
Un ingreso lícito es el que obtienen a pesar de la presión, las carreras y la complicidad de algunos compradores, y de vez en cuando también de los comerciantes locales que les echan aguas cuando ven acercarse a los inspectores.
Las comerciantes reconocen que algunos mercaderes de la zona, les dejan meter su canasta, con tal de que la gente de Comercio no las detenga y les quite la mercancía.
De todos modos, se ven perseguidas y de las ofensas, aunque les duele, se van acostumbrando, “si fueran dinero, ya estaríamos ricas”, dice una de las que lleva una semana de sustos, pero ningún decomiso.
Las canasteras se enteraron que algunas vendedoras aguantaron las ofensas, el enojo y la humillación en días pasados, y les van a dar un lugar por el mercado Melchor Ocampo, quiere decir que sí hay modo de acomodarlas, dijeron.