Con la aprobación de la reforma energética, la más ambiciosa de las que se propuso emprender el gobierno de Enrique Peña Nieto, culmina el año que el propio mandatario ha definido metafóricamente como el de la siembra de las semillas, de las que habremos de cosechar el progreso en los años por venir.
En 2013 se procesaron iniciativas de corte financiero, económico y social que pueden parecer limitadas para resolver los graves rezagos que padece el país en la materia, pero que al menos representan un paso adelante y cuyo mayor mérito es romper la inercia de la inmovilidad.
Lamentablemente, la política mexicana ha sido un terreno más fértil para las semillas de la discordia, y este año no fue la excepción. Si bien a la hora de legislar se sentaron las bases de ambiciosos cambios de los que se esperan frutos generosos, el camino para lograrlos quedó repleto de minas, y se requerirá de nuevos y mayores esfuerzos de negociación para que éstas no exploten y malogren lo ya avanzado y lo que se pretende conseguir.
Por lo pronto, tendremos CNTE para mucho rato. Por más que el resto del sindicato magisterial hubiera allanado el camino para la Reforma Educativa, la disidencia ha impuesto su agenda a las autoridades y, sobre todo en el caso de Oaxaca, ha dejado varias de sus disposiciones en letra muerta.
Se puede discrepar —y mucho— de los motivos y métodos de lucha de la CNTE, pero lo que no se puede negar es que en este año ya alcanzaron un estatus de interlocutor. Gracias, sí, a que impusieron prácticamente por la fuerza su agenda, pero también la inexplicable renuencia de los gobiernos a aplicar la ley terminó por fortalecerlos.
Y se convertirán en una amenaza permanente contra muchos de los preceptos pendientes de aplicar de la reforma, como ya ha ocurrido con el censo de maestros, previsto por la nueva legislación para contar con datos ciertos de cuántos profesores hay en el país, y que en Oaxaca ha sido frontalmente rechazado.
Las autoridades podrán argumentar que frente a esta inconformidad se ha actuado con prudencia para no desembocar en un conflicto incontrolable. Un argumento similar no podrán esgrimir los legisladores que incumplieron con el plazo que ellos mismos se impusieron para procesar la legislación secundaria en telecomunicaciones, y que ha dejado plantada una semilla de incertidumbre en este sector clave.
Producto de la era de los consensos dentro del Pacto por México, la reforma a las telecomunicaciones fue cayendo en el orden de las prioridades de los partidos, más preocupados por impulsar una nueva reforma política que al final se convirtió en condición para entrar a las que verdaderamente interesaban al gobierno.
Al final, concluyó el periodo en el Congreso sin que se le diera al sector de las telecomunicaciones las normas concretas para operar las nuevas instituciones creadas por la reforma, lo que puede traducirse en una lluvia de amparos y recursos legales que podrían interponer los actores de la industria inconformes con la nueva normatividad. Una mala señal, cuando lo que se pretende cosechar es inversión.
Y la incertidumbre quedó sembrada también en los cambios aprobados en materia política. Una muy simple, y que le incumbe al ciudadano común, tiene que ver con un nuevo formato de credencial para votar, que corre el riesgo de ser sustituida en breve porque contendrá el nombre de una institución que para todo efecto práctico desaparecerá. Ahora no deberemos decir “la credencial del IFE” sino “la del INE”… esto, por no pensar aún en la cuantiosa inversión que represente este cambio aparentemente menor.
Pero ya en asuntos de más fondo, la puesta en marcha del mecanismo de consulta popular dará a la izquierda una herramienta formidable para generar incertidumbre en torno a la reforma energética. Y si lo que se buscaba con reformar la Constitución era generar certeza a los inversionistas, esta figura —que en otros contextos representa un formidable instrumento democrático— conlleva el riesgo de seguir postergando la tan necesaria reactivación económica.
Esa misma izquierda, dividida en razón de conservar sus propias clientelas, volverá al estatus de oposicionismo que mantuvo durante los sexenios pasados. Rota la negociación con el resto de los partidos por su oposición a la apertura en Pemex, todo parece indicar que el espíritu que dio forma al Pacto por México quedó también atrás, y una nueva era de confrontación estéril está en puerta.
Todas estas semillas de discordia quedaron ahí, y por desgracia la posibilidad de que se conviertan en un espeso bosque por el cual sea imposible transitar es muy alta. Es de esperarse que en estos días de espíritu navideño conciliador, un haz de luz ilumine a la clase política y les dote de la madurez para no volver a etapas de enfrentamiento que creíamos superadas. El escenario no augura optimismo, pero más vale sembrar una semilla de esperanza en medio del encono.
DM
Para abonar en favor de la sana convivencia, del fortalecimiento de la institución número uno: la familia, de la reflexión y del descanso. Esta columna se toma unos días y nos volvemos a leer el 5 de enero. ¡Felices fiestas! Y ¡Feliz 2014!
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