AGENCIAS
CDMX.- La presidenta Sheinbaum asegura que no hubo negociación con los Yunes para que votaran a favor de la reforma judicial, sin embargo, los hechos pintan otra realidad, una donde el pragmatismo de Morena desnuda su doble discurso.
Los Yunes, expertos en sobrevivir al sistema político, jugaron su carta y ahora esperan una recompensa: la posible afiliación a Morena. Sheinbaum, mientras tanto, simula distancia, pero no descarta su ingreso al partido, dejando la decisión a la dirigencia. ¿Y los principios? Bien, gracias.
El voto de Miguel Ángel Yunes Márquez y su padre, Miguel Ángel Yunes Linares, le entregó a Morena la mayoría calificada para aprobar una reforma que centraliza el poder judicial. Según Sheinbaum, fue “una decisión de ellos”, y niega que exista algún acuerdo, ni siquiera el supuesto borrón a las carpetas de investigación que los Yunes enfrentan.
¿De verdad alguien cree que actuaron por convicción?
Aceptar a los Yunes en sus filas sería un desplante de cinismo. Morena, el partido que nació prometiendo acabar con la corrupción y los privilegios, hoy muestra que está dispuesto a recibir a cualquiera, incluso a quienes encarnan lo que juraron combatir. ¿O es que el mismo partido que abrazó a Manuel Bartlett, conocido por su papel en el fraude electoral de 1988, tiene algún reparo en incorporar a políticos como los Yunes?
Si Morena acepta a los Yunes, envía un mensaje claro: la “transformación” es un lema vacío. Los principios pueden esperar cuando el poder está en juego. Lo grave no es solo la contradicción, sino lo que representa para quienes creyeron en el proyecto de cambio.
Morena parece dispuesto a transformar todo, menos las viejas mañas de la política mexicana.
Sheinbaum insiste en que no hubo negociación. Pero con cada palabra, el discurso suena más desgastado. Al final, si los Yunes ingresan, quedará claro que en Morena no se trata de transformar al país, sino de absorber a todo aquel que sea útil, sin importar su historial.