Por los azares del destino, después de haber recibido el título de médico, por medio de nuestros pasos cortos y largos, la vida me condujo a esta tierra hospitalaria que dos años después de la fundación de la gran Tenochtitlán en 1325, nuestros ancestros y hermanos indígenas fundaron esta población, que primero llevó el nombre de Otlaquiquistla, que significa en náhuatl “lugar de las trompetas de bambú”, para luego transformase en Cuauhtochco (veneración del gran conejo), para posteriormente transformarse en Huatusco. Como si la naturaleza fuera muy pródiga, la ciudad pareciera un ente viviente, resguardado por centinelas, los cerros que la rodean y que mantienen su nombre autóctono como relata el cronista e historiador de la ciudad, Marcelino López Páez y que son: La Loma de Cruxtitlán, el de Ixotla, Elotepec. Ocelotepec, Acatepec, Tzontecotepec, la serranía de Tenampa y la de Ixpila, además del cerro de Guadalupe y de los Tecolotes. Todavía la ciudad se da el lujo de que el agua que ingiere y que es bien controlada, nace de los manantiales del Axolt.
Como la gran mayoría de los pueblos o ciudades, aunque el que escribe es originario de Veracruz, (para nosotros el primer puerto de mundo), Huatusco nos abrió sus puertas, nos dio la mano y una nueva familia y para no caer en la sentencia de que. “La ingratitud es el pan más abundante de este universo”, dada la gentileza de los huatusqueños, ahora nos sentimos parte de este terruño, de este pedazo de tierra fresca que nos ha dado para vivir, es decir: casa, comida y sustento, lo que es decir, estudio, trabajo y academia, progreso y estabilidad emocional.
Los días y las noches de Huatusco no son como las de Veracruz: “diluvio de estrellas, palmera y mujer”, como mencionó el poeta musical Agustín Lara, sino son: “noches de aire puro, a veces con neblina y chipi chipi, que invita a los regocijos nocturnos” ya que disfrutamos de una temperatura anual media de 18 grados Celsius y que precisamente es la temperatura promedio anual de todo el planeta tierra. Por tanto, es un obsequio grandioso de la naturaleza.
Como todo conglomerado humano, tiene Huatusco su historia, la cual nos reporta cosas hermosas y otras que no son así, debido a su relativa pequeñez. Toda la ciudadanía huatusqueña es una gran familia, la mayoría nos conocemos. Si escudriñamos a los integrantes de cada familia, casi llegamos a la conclusión que todos tenemos un parentesco, ya sea consanguíneo o político (aplicando esto en su contexto correcto)… A mediados del siglo XX se llegó a comentar que Huatusco, además de ser cafetalero, fue una ciudad donde casi en cada casa había un piano, dando muestra de un desarrollo cultural musical, pero a esto hay que agregar que, como toda población, hemos tenido la revelación de distinguidos artistas en pintura como el memorable “Memo Sedas”, el señor Luna; también sobresalen personas en realizar “cartones” en los diarios a nivel nacional, como el “chango” Cabral que además también realizaba finos cuadros en el arte de pintar.
Como dice el proverbio: “lo importante no es caer sino levantarse”. En el siglo XIX el Virrey mandó a incendiar Huatusco y su ciudadanía volvió a reconstruirlo, señalando con esto el tesón y la perseverancia de nuestros ancestros. Lo mismo aconteció cuando un temblor derrumbó la antigua iglesia de Huatusco, y como en toda agrupación humana, surgió un cura entregado totalmente a su pueblo, el presbítero Trejo y Domínguez que el trece de julio de 1940 colocó la primera piedra de la actual iglesia de San Antonio, que por cierto, es un monumento arquitectónico esplendoroso con la imagen de San Antonio, principal ícono en el interior, que da la impresión que estuviera en levitación dirigiéndose hacia el campo celeste.
En la actualidad, desde hace 50 años, la población de la chicatana y el tlatonile, ha dado un salto académico extraordinario, ya que, con una población de 50 mil habitantes del municipio, tenemos cinco escuelas preparatorias, un gran tecnológico y una esplendida Universidad Politécnica. En lo referente a medicina se cuenta con un hospital que reúne lo primario como es: gineco-obstreticia, pediatría, medicina general y cirugía, perteneciente a la SSA, y una moderna clínica del ISSSTE. Hay que decirlo, también dispone de una hotelería de primer mundo, por supuesto para el turismo.
Pero no todo es miel de abeja; nos falta mejorar la calidad académica en todos los niveles de la estructura educacional; mejorar el nivel médico, a pesar de que ya tenemos varios especialistas. Todavía hay un gran desempleo, también un cinturón de pobreza, deficiencia en alumbrado; el seguro popular, que todavía no es seguro, ni tan popular, carece de servicios, aún se siente dolor al ver que un paciente que necesita un marcapaso cardiaco, su pobreza o marginación de la medicina pública no se le puede implantar y muere. Lo constatamos, todavía existe la desnutrición y falta de un buen desarrollo en los jóvenes, ya que observamos en estudiantes de todos los niveles la falta de una dieta equilibrada y balanceada, y por tanto también de los que no estudian y no trabajan. Una cuestión muy dolorosa es que todavía la población en general sufre por las llamadas telefónicas extorsionadoras a casas habitación o comercios. Hay desaparecidos. En resumidas cuentas, todavía nos falta cumplir con el segundo nivel del triangulo del psicólogo Maslow y que es la seguridad, ya que esta es una necesidad básica. Falta más urbanización, sobre todo se necesita arreglar la última parte de la calle nueve sur, que conduce al cementerio, pues es el último recorrido del final de nuestra vida mundana. Como colofón, es una lástima que a pesar de que el sol sale para todos, a unos los alumbra más que a otros; por tanto, como dijo el poeta Salvador Díaz Mirón: “Nadie tiene derecho a lo superfluo, mientras alguien carezca de lo estricto”. Esto, al parecer, es un sueño huatusqueño, como también para todos nuestros hermanos del mundo.