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secretos del meteorito

Superiberia

MÉXICO.- América del Sur y África aún no eran dos continentes separados. Se estaba formando el Golfo de México, el Caribe y la zona central del océano Atlántico. Hace 66 millones de años, cuando México no era México, un meteorito de más de diez kilómetros de diámetro cayó sobre lo que hoy es la Península de Yucatán, entonces sumergida, y así desencadenó un cataclismo que terminó con infinidad de organismos vivos. Entre ellos, los dinosaurios.

 

La descripción que hace el geofísico mexicano Jaime Urrutia Fucugauchi (la familia de su padre era de un pueblo al sur de Bilbao, su madre japonesa) es dantesca. Habla de un nube de polvo que lo cubrió todo y cortó la fotosíntesis porque bloqueó la llegada de la luz del sol. De toneladas de fragmentos de roca que saltaron por los aires con una violencia inimaginable, atravesaron la atmósfera hacia arriba, regresaron por efecto de la gravedad y, a la vuelta, por el roce con la atmósfera, generaron un “pulso térmico”, una ola de calor, que barrió la superficie a más de 500 grados.

 

Urrutia es uno de los directores del proyecto internacional que trata de ahondar en el conocimiento del fenómeno clave de la historia de la Tierra. El cráter que provocó el impacto del meteorito sigue existiendo y se encuentra sumergido, oculto bajo el lecho marino. El Proyecto Científico de Perforación del Cráter Chicxulub es perforar el lecho hasta un kilómetro de profundidad, donde, sepultado por 66 millones de años de sedimentos, está ubicado el cráter.

 

El proyecto cuenta con un equipo de científicos multidisciplinar: geofísicos, geólogos, paleontólogos, biólogos, expertos en investigación molecular, en ciencias planetarias… y la financiación, 10 millones de dólares, proviene de fondos de distintos países, y se prevé que la perforación, con técnicas de ingeniería petrolera, empiece en la primavera de 2016 y dure dos meses.

 

Urrutia, investigador de la Universidad Nacional (UNAM), explica que se busca información sobre: cómo se fue restableciendo la vida en el planeta después de aquel Apocalipsis; investigar cambios climáticos a través de los tiempos, como las bajadas de temperatura que crearon los casquetes polares; estudiar cómo se forma un cráter de anillos concéntricos, una estructura que en la Tierra sólo presenta el cráter de Yucatán, pero es común en la Luna y en Marte; también conocer con precisión detalles del impacto, por ejemplo, la velocidad a la que la masa cósmica chocó con la Tierra y el efecto que tuvo en el clima y en la vida.

 

La primera referencia del cráter se dio a mediados del siglo pasado, en trabajos exploratorios de Petróleos Mexicanos (Pemex). Se detectó que bajo el mar había una anomalía geofísica: una estructura semicircular de unos 200 kilómetros de diámetro.

 

Por aquel entonces, encontrar el punto exacto de impacto del meteorito que había provocado ese hito universal era un reto.

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