La Sociología es una ciencia social, y se encarga de estudiar los fenómenos colectivos producidos por la actividad social de los seres humanos, dentro del contexto histórico, cultural y estructural en el cual los sucesos tienen lugar. Pretende, como toda ciencia, dar una explicación racional a los acontecimientos y de esta forma, establecer leyes que nos ayuden a comprender tales fenómenos.
El miedo es uno de esos fenómenos a los que la Sociología, aunque de manera escasa, ha dedicado parte de su atención. Citamos a Noam Chomsky, lingüista, filósofo y activista político nacido en Filadelfia en 1928, con su segunda Estrategia de Distracción Mediática: CREAR PROBLEMAS Y DESPUÉS OFRECER SOLUCIONES. Dice el filósofo: “Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos”. Cualquier parecido con la situación de Michoacán no es mera coincidencia, y es que el miedo se fundamenta en uno de los instintos básicos del ser humano: la sobrevivencia. La sociedad del riesgo justamente es esto: el temor social, por así decirlo, de que nuestros actos repercutan de manera negativa en el quehacer presente o futuro.
Difundir el miedo, las atrocidades que el narco ha ocasionado a nuestro país, permitir que tales actos continúen por años, la falta de información veraz, el exceso de amarillismo en los medios, la pobreza, el hartazgo social, y muchos etcéteras… todo ello junto, revuelto en un sólo caldo de cultivo, en una confusión social caótica, ha generado en los mexicanos la sensación de que sólo el gobierno y las fuerzas armadas pueden garantizar la seguridad, aún a costa de sacrificar nuestras libertades individuales, de manera tal que muchos justifican como necesaria la presencia de las fuerzas armadas en las calles y los mandos únicos en determinados municipios. Es increíble que toleremos que pasen por las calles camionetas repletas de soldados o agentes, apuntándonos a todos con sus armas, y peor aún que ya nos hayamos acostumbrado. El miedo como mensaje… y los medios de comunicación promoviéndolo, cuando la solución a la inseguridad pudiera estar en nuestras propias manos. Michoacán, con todo y las dudas que aún tenemos sobre los autodefensas por la falta de información clara y certera, es un ejemplo extremo no deseable, valiente sin duda, pero no deseable. Nuevamente se considera al paternalismo gubernamental como la única solución posible a nuestros conflictos, pues se ha degradado la inconformidad social, acusando de violentos, revoltosos y quién sabe cuántos calificativos más a las iniciativas populares que pretenden tomar en sus manos las decisiones o acciones que les afectan.
Un amigo compartió lo siguiente: “Michoacán para menores de edad: Un niño cabrón te roba el lunch. Te golpea, te pide dinero y te vuelve a golpear diario. Tú lo acusas con los maestros, con el prefecto y con el director. Éste último dice que pondrá cartas en el asunto, pero nadie hace nada. Excepto el niño malo, que ha decidido además, ponerte una cuota por el derecho a una banca. Te sigue golpeando, y se ha puesto a acosar a tu hermana la que va en tercero. Hasta que un día, desesperado, te defiendes. El prefecto aparece al fin, te pone una golpiza y dice “aquí nada con violencia niño”.
La libertad también nos da miedo, pues implica hacernos responsables de nosotros mismos. Es más fácil estirar la mano y pedir. ¿Cómo podemos hacernos responsables de nuestra propia seguridad colectiva? Antes que nada, recordemos la época en que no había soldados, marinos o policías fuertemente armados en las calles, y que lo que se creía que sería una mera medida cautelar, transitoria, llegó para quedarse. Fomentemos la cultura de la denuncia. Mantengámonos informados de lo que sucede en el mundo, en nuestro país, y en nuestro entorno. Construyamos organizaciones vecinales, con o sin el apoyo de las autoridades municipales de prevención al delito, de manera tal que nos cuidemos entre nosotros mismos. Exijamos a nuestras autoridades locales que cumplan su función cabalmente, no sólo con una policía eficiente y honesta, también con acciones que prevengan el delito, fomentando la cultura y el esparcimiento. En algunas partes del país ya es demasiado tarde y los ciudadanos no han tenido más opción que tomar las armas y defenderse con todo. Pero en otras aún estamos a tiempo de tomar la seguridad en nuestras manos, de dejar atrás el miedo, ser valientes y seguir con nuestra vida y la de nuestros hijos adelante.