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Rey del Mambo

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En la ciudad de Matanzas, Cuba, nació uno de sus hijos más destacados, el llamado Rey del Mambo, apodado Cara e’ Foca, el pianista, compositor y arreglista Dámaso Pérez Prado, que, si bien fue cubano, también se sintió mexicano, tanto que adquirió la nacionalidad en 1980 y falleció en la Ciudad de México el 14 de septiembre de 1989.

Dámaso comenzó estudiando música clásica a los 11 o 12 años en la Academia de Música de María Angulo. Entrevistado en 1985 por quien esto escribe, dijo que primero lo “forzaron” a tocar el piano, pero después le gustó. Si dejó la música clásica por lo popular se debió a que se dio cuenta que era “muy difícil” vivir de la primera.

Empezó tocando danzones, sones y boleros, primero con la orquesta de Paulina Álvarez y luego con un grupo que él mismo formó, con flauta, violines, timbal, güiro y bajo. Según Pérez Prado, a los 19 o 20 años se trasladó a La Habana. Allí destacó como arreglista y pianista del Casino de la Playa, una orquesta tipo jazz band.

Pérez Prado ya era conocido en México antes de que llegara, en 1948. Arreglos suyos como: El caballo y la montura, El baile del sillón y Un meneito, hechos para la Orquesta Casino de la Playa, cantadas en la voz de Orlando Guerra Cascarita, se colocaron en el gusto del público mexicano. El cantante, a quien han llamado “precursor” de Benny Moré, solía gritar en sus grabaciones “¡come en el goce, Pradillo!”, cuando el pianista ejecutaba un solo.

El genio ya estaba ahí

Una guaracha-son que tuvo especial impacto entre los soneros de acá fue su orquestación de Pancho, el ripiao. Pérez Prado todavía no componía mambo, sin embargo, el genio ya estaba allí. El término “mambo” tampoco era desconocido aquí. Antes de que el matancero viniera surgió una faceta dentro del son llamado bolero-mambo. En cuanto a la procedencia tan discutida de esta palabra, cabe señalar que mambo se refiere a una parte de la instrumentación en la que los metales repiten un motivo después del montuno.

Respecto de sus inquietudes por componer, dijo: “A los productores de la RCA, Víctor, les expliqué mi idea de hacer un ritmo, pero a ellos no les gustó y no lo hice. Entonces fue cuando me vine a México”. Viajó “buscando horizontes. Había menos posibilidades en Cuba. Muchos amigos que yo tenía acá me decían que me viniera. Y aquí me quedé”.

Ni tardo ni perezoso grabó con un grupo de soneros mexicanos y un timbalero cubano, los números Tacuba, José, Maupomé y El manisero. ¡Qué rico mambo! fue el primero en popularizarse a finales de 1949. Sorprende el cambio musical que dio el pianista al encontrarse con trompetistas mexicanos de la altura de Chilo Morán, Daniel Flores, Agustín García La Tina y Lupe Montes, entre otros. Con ellos pudo alcanzar las notas agudas que han caracterizado sus mambos.

¿Quién no conoce el Mambo No. 5, el 8, Cerezo rosa, Patricia o El ruletero? Dámaso fue un compositor muy vasto. Al respecto Iván Restrepo, investigador del matancero, expresa: “Prado no tenía memoria de lo que había grabado. Cuando venía a la casa le ponía mambos y él no se acordaba. Además, le hizo un mambo a todo mundo, por ejemplo, El gasolinero”.

A lo largo de los años el ambientalista y apasionado del mundo del espectáculo se ha dedicado a rastrear las grabaciones “desperdigadas” del pianista. Para abrir apetito, dice, “tengo cosas desconocidas de las Hermanas Montoya, unas mexicoamericanas que cantaron mucho tiempo con Prado en el hotel Waldorf Astoria (Nueva York). Logré recuperar los mambos del cartero, del velerito y, otro desconocido, Cuando canta la lluvia”.

Restrepo había oído mencionar a Mariano Rivera Conde, director artístico de la RCA, Víctor, que le mandó hacer un mambo especial a María Victoria. El investigador encontró finalmente el número titulado María en Perú. También desempolvó Diablo, de Rafael Hernández El jibarito, con arreglo de Pérez Prado, grabado por su orquesta y cantado por el Negrito Chevalier.

Luego, están dos mambos de la autoría de Silvestre Méndez, Oriza y Bongó bongó, cuyos arreglos son de Pérez Prado. “Siempre se había dicho que no grabó con Eartha Kitt; sin embargo, en Estados Unidos encontré finalmente en eBay las dos melodías grabadas con Prado, Suite gently y Freddy”.

En los años 50 del siglo pasado, Restrepo escuchó en una rocola una versión muy particular de Las mañanitas. De repente “aparecieron Las Tres Conchitas cantándola con Pérez Prado, así como dos mambos más, Pájaro de oro y El primer suby”. Sabía que María Luisa Landín había grabado con el compositor, canciones que finalmente encontró: Corazón, No me digas nada y No me mires.

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