Por Andrés Timoteo / columnista
Sucedió el pasado fin de semana y se comparte el mensaje tal cual se hizo llegar a este espacio: Fueron tres intentos fallidos. Un empresario de Coatzacoalcos, un maestro de Los Tuxtlas y una agricultora -mujer dueña de una finca agrícola- del norte del estado fueron víctimas de la violencia. Intentos de secuestro, asaltos-extorsión y robo de vehículo, respectivamente.
Por separado, cada uno intentó obtener el auxilio de los funcionarios del estado, pero sin éxito. Uno le llamó por teléfono al gobernador Cuitláhuac García pues en esos azares de la vida durante la campaña electoral obtuvo su número telefónico, se lo dio él personalmente. Nunca respondió. Otro buscó al secretario de Gobierno, Patrocinio Cisneros, pero tampoco lo consiguió. También había recibido el número telefónico de manos del funcionario.
Entonces contactó a un subalterno y éste de plano le dijo que no molestaría al “jefe” por nada del mundo porque estaba “en su momento”, o sea en el festival de caricaturistas de Otatitlán, su municipio natal. La tercera persona maniobró para localizar al secretario de Seguridad Pública, Hugo Gutiérrez, pero él ni su delegado regional tomaron la llamada. Para las víctimas fueron tres intentos fallidos de hacerse oír y pedir ayuda.
En contraparte, para los delincuentes fue un éxito dos-de-tres. Al maestro lo amenazaron y finalmente lo obligaron a entregarles su aguinaldo y la quincena, a la agricultura le robaron su vehículo y solo el empresario sureño se les escapó cuando lo iban a secuestrar. Las tres víctimas piden omitir su nombre. “Ya para qué nos exhibimos”, dijeron.
Se pensaban seguros, que si algo malo pasaba lograrían hacer contacto con algún funcionario estatal para protegerse o al menos para recuperar lo perdido. Creyeron eso del gobierno que escucha, pero ahora están desengañados. Nadie tomó su queja, ninguno los oyó. Todos andaban de fiesta en Otatitlán, en su “sabadaba” mientras algo pasaba en todo Veracruz que registró una ola de sucesos violentos con saldo de una veintena de asesinatos.
Fueron crímenes cometidos por los carteles de la droga, además de los asaltos, robos, violaciones, feminicidios y demás de la delincuencia común. Todo se sincronizó para que el fin de semana se ‘pintara de rojo’. Hay quienes arguyen que es el clásico reacomodo de los carteles y la disputa de plazas. Tal vez sea cierto, pero también hay una sazón nueva: el desentendimiento del gobierno estatal hacia el tema.
¿Alguien sabe si sesionó el Comité para la Construcción de la Paz del que se prometió celebraría asambleas todos los días para atender la crisis de violencia? Vaya, como que no hay muchas ganas de construir la paz. Lo más delicado es que a sotto voce corre una alerta de Norte a Sur y de este a oeste: habrá una navidad calamitosa y un fin de año aciago porque la delincuencia está enseñoreada, tanto la organizada como la desorganizada, frente a un gobierno endeble, blandengue e indiferente.
Crece en el imaginario colectivo una sensación de orfandad ante funcionarios que no quieren asumir su responsabilidad en materia de seguridad pública. Todo se pretende dejar a la federación, apostándole a que por arte de magia se derrame la paz y se diluya la delincuencia desde el altiplano.
Ante ello, los mismos ciudadanos ya corren la voz: ¡Tengan cuidado en estos días! No salgan, no gasten, no presuman abundancia porque no hay quien vele por ustedes. Habrá que cuidarse solos, tomar las precauciones suficientes porque el hampa está desatada y el gobierno ausente. No falta quien saque del baúl aquella conseja de las madres y abuelas: “allá afuera no hay nadie quien cuide de ti”.
También por eso ya en el Sur hay una convocatoria a la resistencia civil-pacífica, empezando por no pagar el impuesto predial del 2019 a los ayuntamientos como protesta ante la ineficacia y el desinterés de las autoridades sobre el tema de seguridad pública. Y no tarda el llamado para tampoco pagar los impuestos estatales en el entendido que, si Cuitláhuac García no quiere ocuparse de sus deberes, los contribuyentes no tienen por qué avituallarlo de dinero. Así crece el descontento a escasas tres semanas de gobierno.