Por: Catón / columnista
Facilda Lasestas, mujer joven y de atractivas prendas, gozaba de merecida fama en su lugar de origen porque a ningún hombre le negaba jamás un vaso de agua. Quiero decir que era de cuerpo complaciente. Desde luego no lo ponía a disposición del público por puro amor al arte, Ars gratia artis. Eso lo dejaba para las amateurs. Ella cobraba bien por sus servicios, sobre todo si le pedían que hiciera “las tres cosas”. (Nadie me pregunte cuáles son esas tres cosas: mi saber del mundo y sus placeres no alcanza esos confines). El caso es que un día la suripanta se fue a confesar con don Arsilio, el cura párroco del pueblo. El buen sacerdote la reprendió por sus afanes eróticos y crematísticos. Le dijo: “¿Qué ganas, hija, con esa vida que llevas?”. “Oiga, padre -respondió Facilda-. ¿Esto es confesión o auditoría?”… Ya conocemos a Capronio. Es hombre ruin y desconsiderado. Un día su suegra le contó: “Tuve una pesadilla horrible. Soñé que estaba en el otro mundo. Afortunadamente desperté”. “¿Qué fue lo que la despertó, suegrita? –le preguntó Capronio con solicitud fingida-. ¿El intensísimo calor?”… Un individuo se presentó a pedir el puesto de vendedor en la Compañía Jabonera “La Espumosa”, S. A. de C. V., le preguntó el gerente: “¿Tiene usted poder de convencimiento?” “¿Que si tengo poder de convencimiento? -repitió el sujeto-. Mire, señor: hice que mi esposa sintiera lástima de la pobre muchacha que dejó olvidada su pantaletita en el asiento de atrás de mi automóvil”… Diversos observadores han señalado la extraña propensión que tiene López Obrador a hacer cosas que lo dañan y que amenguan sus posibilidades de conseguir su aspiración de llegar a Presidente. A muchos sorprendió que el tabasqueño haya repudiado al PRD y acogido en cambio al PT, partido cuya fama de mercenario no me atrevo a poner en duda y que según se dice nació bajo la égida del innombrable, del principal mafioso de la mafia del poder. Me pregunto cuánto tiempo tardará AMLO en descubrir que también su plumaje es de ésos que se manchan. Incluso algunos de sus más cercanos colaboradores empiezan ya a cuestionar en voz bajita algunos de sus ucases. No lo hacen en voz alta, porque en Morena no hay más voz que la de López Obrador, ni otra figura que la suya, ni otro criterio que no sea el de él. Lo cierto es que no se hace mucho favor a sí mismo con decisiones como esa de repudiar al partido que lo encumbró y abrir los brazos a otro con marcada vocación de mercancía y cuyo nombre anda a la altura del betún, para decirlo en lenguaje tabasqueño. (La expresión la recogió del pueblo don Francisco J. Santamaría)… Doña Macalota cumplió años. (Desde hace muchos ya no dice cuántos). Con ese motivo su esposo don Chinguetas le regaló un coche compacto. Y es que el casquivano señor andaba en malos pasos, y no hay marido más obsequioso que el que visita otro lecho a más del suyo. Sé bien que falto a la circunspección y a la sindéresis -sobre todo a la sindéresis-, pero no resisto la tentación de citar a este respecto un aforismo plebeo que viene muy al caso: “Mujer ajena hace al marido bueno”. (¡Ah, vulgo claridoso! Sabe decir las cosas por su nombre). Le regaló, pues, don Chinguetas un auto compacto a su mujer. Al día siguiente doña Macalota, señora de gran alzada y muchas arrobas de peso, fue a la agencia a devolver el coche. “¿No le gustó?” -le preguntó el gerente. Con tres palabras contestó ella: “No me quedó”… La pequeña Rosilí salió de la alberquita y fue a quejarse con su mamá. Le dijo: “Los niños no me dejan jugar con ellos a los submarinos”. “¿Por qué?” -preguntó la señora. Respondió la niña: “Dicen que yo no tengo periscopio”… FIN.