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Relata víctima ataque

Superiberia

Córdoba.- “Justicia, que pague con cárcel y no haga daño a otras mujeres”, clamó ‘Marta’ (nombre ficticio), víctima de abuso sexual a manos de Alberto Rivera Ochoa —ahora preso en el penal de La Toma, por intentar violar a otra mujer de avanzada edad, el pasado domingo—.

Con la mirada baja, Marta relató a los reporteros de EL BUEN TONO cómo el 10 de julio pasado —al salir de su trabajo— fue interceptada, golpeada y tirada en un lote baldío por su atacante, sitio donde éste abusó sexualmente de ella, amparado en la oscuridad de la noche.

El lunes pasado, Marta reconoció plenamente a su atacante cuando vio su fotografía en las páginas de EL BUEN TONO, retratado cuando fue detenido en flagrancia cuando intentó abusar de otra mujer en la colonia Federal, a plena luz del día.

El reconocimiento fue instantáneo: la fisonomía, el modus operandi, su propia similitud con la otra víctima…

La mujer atacada el domingo guarda un sorprendente parecido con Marta: ambas rebasan los 70 años de edad, son de piel morena, tienen complexión delgada… ambas están indefensas.

Accedió a platicar a EL BUEN TONO su experiencia, confiada en que se haga justicia, pues vive con miedo desde el día del ataque, a pesar de saber que su agresor ahora está encerrado en una celda del penal La Toma.

En voz baja, relató que la noche del sábado 10 de julio, pasadas las 21:00 horas, salió de su trabajo como empleada doméstica.

Al cruzar caminando la vía del tren, a la altura de la escuela Jean Piaget, observó a un hombre, quien evadió su mirada. Era su atacante: él ya la había escogido como víctima.

Después de caminar varios metros, fue sorprendida por quien ahora está plenamente identificado como Alberto Rivera Ochoa.

Él la tomó por el cuello para impedirle gritar y la arrastró a un lote baldío del fraccionamiento San Dimas, donde la tiró al suelo, aprovechando la hierba crecida —que impedió ver lo sucedido a quienes pasaban por ahí—.

Durante una hora, abusó sexualmente de ella. No pudo defenderse ni gritar, pues le apretaba el cuello.

Impotente, Marta alcanzó a escuchar las conversaciones de quienes a escasos cuatro metros caminaban por el lugar, sin percatarse de su desgracia.

Antes de marcharse, el violador la amenazó del muerte si lo denunciaba, y la urgió a retirarse de lugar.

Señaló que, con la ayuda de su empleadora —quien le dio fortaleza y ánimo—, acudió a denunciar la violación ante la Fiscalía.

Ella la ha acompañado en todo momento, no sólo a la Fiscalía, sino también a las consultas médicas —pues recibe tratamiento para prevenir enfermedades venéreas, como el VIH—.

Marta asiste regularmente a terapia psicológica para superar el daño emocional que recibió.

La vergüenza le ha impedido contarle a toda su familia ese dolor que tanto la acongoja.

Ayer, finalmente, decidió romper el silencio y contar a todo el mundo, a través de las páginas de EL BUEN TONO, su terrible experiencia.

Aseguró haber recibido buen trato de parte de todas las dependencias oficiales —Fiscalía, Centro de Salud, IMSS y Jurisdicción Sanitaria—, pero sabe que la justicia suele fallar y quiere estar segura que su victimario reciba su castigo; que pague con cárcel por sus crímenes y así evitar que vuelva a atacar a alguien más.

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