La miel sobre hojuelas de la reingeniería gubernamental planteada por Javier Duarte hace apenas unos días, se amargó cuando el Tribunal Superior de Justicia de Veracruz (TSJV) revocó la sentencia de 38 años y dos meses de prisión dictada en contra de Jorge Antonio Hernández Silva, presunto homicida de la corresponsal en el estado de la revista Proceso, Regina Martínez Pérez. ¿Dónde está entonces el culpable del crimen a la periodista? Recordemos que Regina Martínez Pérez fue asesinada en su domicilio en Xalapa el 28 de abril de 2012, y de estos hechos, la PGJEV señaló como autores materiales a Jorge Antonio Hernández Silva, ahora absuelto, y Adrián Hernández Domínguez, alias “El Jarocho”, actualmente prófugo.
Los magistrados de la Séptima Sala Penal votaron por mayoría la anulación de la sentencia, al considerar que hubo violación al debido proceso. Además, el fallo menciona que la confesión del inculpado fue mediante “tortura”, siendo ésta la única prueba válida para señalar a Hernández Silva como responsable, presentada por la Procuraduría General de Justicia del Estado de Veracruz.
El muy prudente procurador de Justicia del Estado, Felipe Amadeo Flores Espinosa, manifestó respetar pero no compartir los criterios jurídicos con los que se revocó la sentencia condenatoria tras conocer la resolución, que fue votada a favor por los magistrados Edel Álvarez Peña y Andrés Cruz Ibarra, y en contra por Martha Ramírez Trejo. Aquí, el Poder Judicial actuó ejemplarmente con toda independencia del Poder Ejecutivo y con ello despertó la furia de la revista Proceso y atrajo otra vez la opinión negativa por los tropiezos y pifias del Gobierno del Estado.
Aparte de la discordancia y falta de oficio en la política interior gubernamental, uno se pregunta ¿qué no le informarán al gobernador Javier Duarte de Ochoa acerca de las constantes y cotidianas críticas hacia su gobierno? O simplemente no le importa lo que la ciudadanía y la opinión pública opinen de su desempeño y sigue tan campante…
Si al mandatario estatal le ocultan la información o éste la desprecia, de igual forma es preocupante porque en el quehacer gubernamental es indispensable atender el sentir social que a la larga define históricamente la huella que deja el lamentable o correcto desempeño de los servidores públicos.
Parafraseando a don Fernando Gutiérrez Barrios, citemos que: “cuando el pueblo dice que es de noche, hay que encender los faroles…” Pero en nuestro estado, parece que tenemos un gobierno de cínicos donde sólo están interesados en repartirse el botín descaradamente, sin detenerse a pensar en el hartazgo de la gente que ve con impotencia cómo los herederos del “fidelísimo” saltan de un trampolín a otro dentro del mismo esquema presupuestal del Estado para seguir controlando el proyecto transexenal y asegurar su futuro económico (que no político) hasta que la liga -por estirarse tanto- se rompa.
El escenario del Gobierno estatal es tan carente de calidad que da pena ajena. Y Javier Duarte, en lugar de tomar las riendas del rumbo de la entidad, sigue con sus añoranzas, debilidades y evasiones, como si él fuera un cotizado actor de comedia, en lugar de un hombre de estado.
No se trata de hablar mal, ni de ofender a nadie, ni de “sangrar por la herida”, pero alguien debe decirle a Javier Duarte que “haiga sido como haiga sido”, él es el Gobernador del Estado de Veracruz, y que quien lo puso ya bailó, y mal por cierto, porque he ahí las consecuencias de su conducta pública. Ahora, el actual gobernante debe de una vez por todas sacudirse los lastres y rémoras políticas que representan los intereses del pasado y sentarse a pensar seriamente si decide pasar a la historia como un pelele o como un gobernador genuino.
En días pasados, a los directores de medios y columnistas que son del agrado de Duarte, a los que invitó a la comida que organizó con el fin de anunciar sus predecibles cambios y reacomodos, el barbado y rotundo mandatario les confesó -como ya lo ha hecho antes en reiteradas ocasiones- que sufre desvelos, malestares físicos y situaciones personales y familiares difíciles, debido a los grandes problemas que ha enfrentado durante su administración, por lo que últimamente expresó que ser gobernador le llena, pero es muy desgastante física y anímicamente y por eso, cuando termine su mandato, lo único que anhela es llegar a ser el caddie de su hijo golfista. Caddie es la persona que lleva los palos de golf de un jugador durante un partido. Pero también es un ayudante y consejero, y juega un papel clave en la concentración del jugador: la selección de palos, la inclinación del terreno, el viento y otras muchas cuestiones relacionadas con el juego. ¡Ah! También ayuda a encontrar bolas perdidas.
Por una expresión similar criticaron mucho en una ocasión a la millonaria hija del fallecido Alejo Peralta (dueño de IUSA), a quien le obsequiaron un puesto en la PGR, y en una reunión de participación social con familias humildes, la rubia heredera soltó que “todos los niños deberían practicar equitaciуn o ser rejoneadores para evitar caer en la drogas”, como si todo mundo tuviera la posibilidad de acceder a esos costosos y elitistas deportes, si malamente alcanza para poder comer diariamente.
Pero fuera de excentricidades, los incombustibles Carlos Brito Gómez, Enrique Jackson Ramírez y Gónzalo Morgado Huesca fueron los organizadores de la sabrosa puesta en escena donde se anunciaron los cambios para la segunda etapa del sexenio de Duarte que en esta semana se concretarán y donde pesa la estrecha compatibilidad, afinidad política e ideológica, complicidad o presiones de Erick Lagos, Alberto Silva Ramos, Marlon Ramírez, Fernando Charleston Hernández, Jorge Carvallo Delfín y hasta Salvador Manzur Díaz. “Más que con mis amigos, vamos a guiar la segunda parte de mi gobierno con quienes nos une un proyecto político, profesional”, externó Duarte, recordando los tiempos en que eran incondicionales del ínclito maestro Fidel Herrera en el Senado de la República y, amontonados en una oficina, soñaban con protagonizar el proyecto transexenal 2004-2016 o más, en el que los Yunes del PRI y del PAN se aplican antagónicamente para contrarrestar efectos y consecuencias.
Dentro de esta reingeniería anunciada, todo indica que ya cumplió su gris y apagado ciclo en la decorativa Secretaría de Gobierno Gerardo Buganza Salmerón, quien siempre fue inaccesible para unos, pero hasta trastes lavaba en la casa de su correligionaria, la diputada federal Lety López Landeros. Al devoto Buganza le ofrecieron hacerse cargo de la “renovada” Secretaría de Comunicaciones una vez pasadas las elecciones con la derrota del PRI en Córdoba, su tierra. Como se sentía intocable y aventajado por sus ases bajo la manga desde el fidelismo, no quiso aceptar los reiterados ruegos de que se fuera como candidato por el PRI a la alcaldía cordobesa. Sus reticencias a lo electoral estriban en que, en el fondo, Buganza sigue siendo panista, y ese fue el factor que favoreció la derrota del partido tricolor, mismo que lo cobijó cuando se peleó a muerte con Yunes Linares por la gubernatura. Si no acepta el nuevo cargo (que no creo que quiera dejar el poder) y regresa a su hogar, podría hacer negocios -como acostumbra- con su ex jefe, el alcalde electo blanquiazul Tomás Ríos.
Por las circunstancias en que se integró su estructura gubernamental, Duarte tiene que navegar contra la corriente ante la inercia de sus ambiciosos, desleales y apáticos colaboradores. Y al parecer, así seguirá si no pone un hasta aquí. Evidentemente la sinergia fidelista caducó.