Los temas de la desigualdad social y el crecimiento económico están siendo revisados en varias partes del mundo, ahora principalmente en Estados Unidos, ya que de pronto está saliendo en la prensa, donde se están dando cuenta de que la primera potencia es un país en el que crece la desigualdad a pasos agigantados a pesar de todos los programas sociales que tienen para paliar las brechas de ingresos.
Por otro lado resulta que, según un informe que publicó apenas el mes pasado el Banco Mundial, durante los últimos 12 años nuestra América Latina tuvo, en términos generales, un crecimiento económico, reduciéndose la pobreza y la brecha de la desigualdad. Para justificar su afirmación, dicho informe ahora estratifica a la población en cinco categorías según su ingreso diario, a saber: los ricos, que tienen ingresos superiores a 50 dólares al día; la clase media, que percibe entre diez y 50 dólares diarios; los vulnerables, con ingresos entre cuatro y diez dólares por día; los de pobreza moderada, que reciben entre 2.50 y cuatro dólares diarios y, por último, los de pobreza extrema, que obtienen menos de 2.50 dólares al día.
Con esta nueva forma de clasificación, resulta que en la comparación de 2000 a 2012 todos los estratos mejoran, excepto los ricos, quienes se mantienen. Seguramente esta forma de dividir a la población será tema de análisis por los expertos, sobre todo por la clasificación de vulnerable, en la que colocan a la mayoría de la población de la región. No obstante, pese a esta sui generis clasificación seguimos siendo la región más desigual del planeta, junto con la del Sub-Sahara en África.
En Estados Unidos la discusión sobre estos temas está recorriendo toda la nación y tanto el partido demócrata como el republicano han difundido sus ideas acerca de cómo abatir la desigualdad, sobre todo tomando en cuenta que una vez más los únicos que han ganado con la recuperación económica que hasta ahora han obtenido, ha sido el famoso 1% de su población, mismo que se ha llevado 95% del total obtenido, según la revista The Economist. En ese país, como en muchos otros, las deducciones a las grandes empresas y empresarios son cuantiosas y se calculan en más de un trillón de dólares anualmente.
Con el fin de resolver en parte esta desigualdad, el presidente Obama ha propuesto incrementar el salario mínimo de 7.25 dólares la hora a 10.30 dólares y hacerlo en etapas para no afectar la inflación; propuesta que no ha sido bien recibida por el sector privado, como era de esperarse.
Dentro de esta discusión se encuentra la revisión al programa EITC (por sus siglas en inglés) que está vigente desde 1975. Se trata de un crédito fiscal para aquellas personas o parejas, preferentemente con hijos, que ganan salarios muy bajos. Ese crédito fiscal alcanza hoy la cifra de 63 mil millones de dólares y es el tercer programa social más importante del gobierno estadunidense después del famoso Medicaid, que se lleva 275 mil millones de dólares, y de los 78 mil millones de dólares en cupones de comida. Lo reciben cerca de 27 millones de hogares y, dependiendo del número de hijos, crece la cifra de crédito hasta un límite.
Otros países también tienen este tipo de créditos para quienes reciben salarios bajos, tales como Inglaterra, Canadá, Bélgica, Finlandia, Francia y Holanda. En cada uno se brindan diferentes cantidades de apoyo, pero en todos son muy criticados y, a la vez, muy populares.
Ahora el debate se ha centrado en si es conveniente tener tantos programas de ayuda o sólo uno universal. Incluso representantes del partido republicano, siempre reacios a este tipo de apoyos, lo están impulsando, ya que los costos de administración de tantos y tan variados programas son muy elevados.
Como siempre, la mejor receta para reducir la desigualdad es el crecimiento y el empleo, pero mientras éstos llegan se requiere de las redes de protección que apoyan a los más pobres, incluso en Estados Unidos, tal como estamos viendo.