Respetuosa y pudorosamente al Maestro Marcelo Ramírez Ramírez. El utilizar en su nombre esa gran palabra “maestro”, de ninguna manera aceptaría abreviatura alguna.
Cuánto no hemos sido testigos ya sea presenciales o no, no sólo en nuestros tiempos sino en todas las épocas de acontecimientos que ponen en expectativa nuestra confianza, o yendo quizás a un terreno más religioso, utilizaremos la expresión “fe”. Y no es el acontecimiento en sí, lo que nos lleva a que la misma se ponga en tela de juicio, si no la respuesta de las circunstancias, del momento, de las personas involucradas, y muchas veces la indiferencia que el ser supremo muestra a nuestras peticiones cuando constantemente nos encomendamos buscando una respuesta, y por qué no, seamos francos; una solución a la situación, tomando la fe como último recurso.
Dónde radica aquí la respuesta a esta cuestión que el entendimiento humano nos lleva a buscar siempre una alternativa; la era erotizada por la que nuestra aún inocente experiencia de vida va cruzando casi congelándose, quizás por la falta de costumbre a la frialdad con que nuestra raza, o por ser más propios; nuestra especie humana responde ante la adversidad de sus semejantes.
Dice Saramago en -El viaje del elefante-, la dura experiencia de la vida nos ha demostrado que no es aconsejable confiar en la naturaleza humana, y añadiendo mi opinión personal a aquellas líneas diría que la ardua vivencia nos ha llevado a concluir que más allá de lo aconsejable, resulta inútil confiar no sólo en la naturaleza humana, si no en ninguna clase de naturaleza que compone prácticamente a todo lo que nos rodea.
Presentando aquí una propuesta que quizás no ayude mucho, pero esperando sea un punto de partida para la reflexión de nuestro tema, propongo recuperar la confianza, principalmente en nuestra especie, ya que es de lo que tangiblemente estamos rodeados y nos llevará siempre a un camino probable de éxito o quizás de rotundo fracaso, pero será sin duda, el mejor riesgo que podamos correr ante las diversas experiencias. No es verdad que la “vida”, por ponerle un nombre generalizado a todo lo que ella engloba, o quizás para no ser tan específico y evitar un señalamiento innecesario, es indiferente ante nuestras situaciones y dificultades, preocupaciones y deseos, sino que constantemente recibimos mensajes, señales y avisos, los cuales siempre nos será más fácil interpretar si tenemos los ojos abiertos, y por qué no; la fe bien firme, citando a la fe no como otra cosa, sino como la confianza en nosotros mismos, nuestros semejantes, y hasta en el ser divino, o quizás principalmente en él.
Recuperemos la fe como una conquista, como una presea que galardona de manera simbólica nuestro trayecto por esta vida, y la constante superación de sus obstáculos, recordando que la naturaleza del hombre es ser bueno, aunque los libros de humanidades y de ciencias naturales digan lo contrario, hagamos “ojo de hormiga” a esas definiciones vanas de la humanidad, y confiemos, corramos el riesgo de confiar, aclarando que todo exceso es inicuo y a veces hasta mortal.