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Reconcentración del poder

Superiberia

El debate sobre la nueva Ley de Amparo y las especulaciones en torno a los límites que se impondrán a los poderes fácticos con las reformas educativa y de telecomunicaciones, despertó en algunos observadores el interés por descifrar cómo se está reconfigurando la Presidencia de la República. 

En menos de una semana se publicaron dos textos que abordan el tema y son representativos de una duda compartida entre los creadores de opinión, en la academia, en el sector empresarial y en la sociedad civil organizada. 

El domingo pasado, en estas páginas Jorge Zepeda Patterson apuntó: “Tengo la impresión de que el grupo mexiquense-hidalguense que llegó al poder busca un proyecto transexenal de largo aliento…”, para lo cual está configurando un nuevo entramado de alianzas político-económicas. Por su parte Sergio Aguayo (Reforma, 20/02/13) sostiene la hipótesis de un Presidente como “árbitro magnánimo” frente a los poderosos intereses que imperan en nuestro país. 

El nuevo gobierno lleva 84 días en funciones, el 10 de marzo llegará a los 100. Tuvo un buen arranque, favorecido por una oposición constructiva que con el Pacto por México permitió privilegiar las coincidencias . En lo actuado hay de todo, luces que invitan al optimismo y sombras que generan fundadas preocupaciones. 

Es claro es que el nuevo gobierno está reconcentrando el poder. El concepto de rectoría del Estado, antaño manejado como gemelo del presidencialismo, reapareció con fuerza en el lenguaje de los grandes planes gubernamentales, ya sea en educación como en el reordenamiento del territorio nacional. Los gobernadores, endeudados hasta el cuello y adictos a los recursos federales, han vuelto a su condición de subordinados del centro. Hasta les asignaron responsables del gabinete para pastorearlos. 

¿Este nuevo poder que se está acumulando en Palacio Nacional aceptará someterse a nuestra precaria institucionalidad democrática? ¿O se trata de los primeros pasos para restaurar aquél absolutismo que decretaba impunemente, sin amparos y suspensiones que valieran, expropiaciones de tierras, asalto a periódicos, estatizaciones arbitrarias y “fraudes patrióticos”? Todo ello aderezado con un costoso culto al “señor Presidente”.

La transición democrática, restituyó a los diversos órganos y niveles del Estado porciones de poder que la Presidencia les había sustraído. A partir de 1997 el Congreso comenzó a ser un auténtico contrapeso al Ejecutivo. En los últimos años la Suprema Corte de Justicia gozó de independencia. Hubo federalismo como lo establece la Constitución. Se crearon estructuras autónomas: IFE, CNDH, IFE, INEGI, Banco de México. La sociedad civil mexicana se empoderó. Los ciudadanos ejercieron sus libertades . Surgieron organismos no gubernamentales de todo tipo y signo con capacidad para interpelar severamente a las autoridades. La libre empresa fue respetada.

Esta redistribución del poder avanzó en los tres lustros pasados, se hizo a costa de las facultades constitucionales y meta constitucionales de la presidencia. Sus resultados, hay que decirlo, fueron ambivalentes e insatisfactorios. 

No es sustentable una democracia sin demócratas. Churchill dijo que este sistema era el peor, a excepción de todos los demás. Entre esos está la democracia que se pervierte por la insuficiencia una cultura cívica sólida y debilidad en la ética ciudadana. En esas condiciones es colonizada y dirigida por una clase política fatua, populista y depredadora. 

Ocurrió que los estados se convirtieron en feudos de gobernadores que ganaron el aplauso popular regalando dinero. Se expandió la plaga de legisladores narcisistas. Algunos grandes capitales y sindicatos se saltaron la ley a placer. 

Frente a esto algunos justifican la reconstrucción del Ejecutivo Federal fuerte. Aplauden que se reconstituya como poder incontestable para que ponga orden y así se avance con firmeza en las reformas estructurales. Les atrae el modelo de los déspotas ilustrados del siglo XVIII. Les gusta la receta de orden y progreso de don Porfirio. Admiran el ultra capitalismo dictatorial chino. Es lo que recomiendan algunos teóricos proclives a imponer el progreso a la fuerza. 

Se hacen ilusiones. Lamentablemente, para quienes así piensan hay una mala noticia transmitida una y otra vez por la historia, resumida en el famoso aforismo de Lord Acton: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Yo agrego, en la corrupción todo lo que se construye está sobre lodo movedizo, inestable y peligroso.

 

@LF_BravoMena

Analista político

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