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Raqueta política: Las cañas y sus reales historias

Superiberia

El azúcar, esa poderosa droga que nos agrada, se encuentra en todo lo que consumimos, desde un pequeño caramelo hasta un fastuoso pastel para fiesta, nadie se ha sustraído a su encanto celestial, un café sin azúcar no es agradable, un postre después de los alimentos adormece los sentidos, en sí, es parte de nuestra existencia desde que nacemos.

Aquí en la zona se producen año con año miles de toneladas de azúcar provenientes del cultivo de la caña dulce y se procesan en los ingenios Cuautlapan, San Miguelito, San Nicolás, El Potrero, Central Progreso, San José de Abajo, Providencia y un poco más allá el Motzorongo, El Constancia y El Modelo, todos en territorio veracruzano, lo que convierte a la zona en un potencial económico que detona en cada zafra un atractivo movimiento comercial.

Pero el cultivo de la caña tiene sus aristas y ha venido a menos año con año, es por eso que los productores afiliados a un gremio o grupo han negociado ante el Gobierno federal para que les retribuyan apoyos para contrarrestar esas liquidaciones bajas, al igual que otros grupos que se dicen libres han planteado su lucha en el mismo sentido aunque no han tenido respuesta expedita, por lo que se han atrevido a tomar vías de comunicación para atraer un compromiso de alguna autoridad federal sin lograr ese cometido. 

También los ingenios azucareros están pasando por sus peores momentos de productividad por el encarecimiento del combustible, energía eléctrica, materias primas y de todo aquello que utilizan para producir un kilo de azúcar, algunos tienen deudas prácticamente impagables lo que hace que su operatividad administrativa caiga en números rojos.

De ahí han surgido importantes liderazgos que han traspasado sus propios límites como es el caso de don Adalberto Díaz Jácome (finado) quien fungió como alcalde de Cuichapa y Omealca, Ver; diputado local y federal, Daniel Pérez Valdez; diputado federal y líder vitalicio de la UNPCA nacional, Ángel Gómez Tapia, quien representa a la CNPR en la región, ambos liderazgos mantienen el control de la mayoría de los productores aunque hay marcado divisionismo que provoca la mal  llamada disidencia o cañeros libres que seguirán buscando tener el control de producto y productores.

Las marcas de la violencia en el sector cañero son parte de su larga historia, es como una novela de Franz Kafka, una madeja cuya punta sigue sin verse, enredada en sus propios intereses y avatares donde las ambiciones producen más azúcar que la misma caña.

Hoy el campo cañero ha venido a menos, el abono, herbicida y limpieza son caros, quienes tienen una hectárea o dos no perciben remuneración, la boleta que expide el ingenio azucarero más bien parece una lista de mal augurio que de buenas noticias, ahí se queda el campo abandonado y los campesinos emigran. 

Culpables no hay pero sí muchos errores, ellos dieron su más preciado tesoro, la confianza, que no se aprovechó para modernizar el cultivo, inclusive, el tener sus propios ingenios azucareros para maquilar y comercializar el azúcar.

Los bonos y apoyos no serán permanentes, sus líderes por la misma situación que prevalece en el sector irán a la baja en imagen y representatividad, las nuevas disposiciones fiscales que regirán la recaudación el próximo año contempla a la caña como susceptible a pagar impuestos, y eso hará más difícil la situación económica de la gente del campo cañero. 

Son miles de campesinos ocupados en producir caña y azúcar, son nuevos tiempos, muy atrás quedaron esas liquidaciones sobradas que enorgullecían a líderes y productores, nadie tiene la culpa, ni hombres ni gobierno, tuvieron tiempo de sobra para planear… el tiempo se fue.

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