Miguel Á. Contreras
El Buen Tono
Córdoba.- Raquel Méndez Corona, porta el huipil ceremonial, traje típico de Amatlán de los Reyes, que bordó y que utiliza para festejos o comidas especiales, mientras realiza el proceso de elaboración de la mole tradicional amateco.
La leña seca se quema en el abrasador fuego del brasero, mientras las manos de Raquel comienzan a sacar uno a uno los ingredientes que utilizará: el chile ancho, cacahuate crudo, almendra, pasas, chocolate, plátanos fritos, canela y ajonjolí, previamente asados.
Algunas leyendas aseguran que la combinación estrambótica de chiles, frutos secos, chocolate y especias se dio en Puebla, ya por los nervios de fray Pascual Bailón, que puso todo de sopetón en la olla ante la premura de una cena importante con el virrey Palafox, o la genialidad de Sor Andrea de la Asunción, que se lució ante la visita del virrey Conde de Paredes y Marqués de la Laguna.
No obstante, cada región tiene su forma y toque cultural de preparar.
Característica
El mole amateco no es dulce, pero tampoco picoso, en el se pueden apreciar cada una de las especies con las que se elaboró, gracias a eso, el comensal puede disfrutarlo sin ningún problema para el estómago.
Uno a uno los condimentos van pasando para ser martajados en el metate, cuya antigüedad se desconoce, pero es una herencia de su bisabuela. Pese a su edad, Raquel trabaja a una velocidad de cualquier jovencita.
“A mi me enseñó mi mamá Eufrasia Corona Rojas, llevamos tres generaciones preparando este exquisito mole; yo le pongo los ingredientes porque sabemos que son los que debe de llevar el platillo tradicional de Amatlán”, agregó.
Una vez martajados, Raquel coloca una olla de barro en el fuego, asegura que tal material le da un mejor sabor a la pasta. Poco a poco va vertiéndola, mientras mueve y así se está por casi 20 minutos.
La combinación del humo y el olor de la pasta son perfectas en el ambiente, que hacen que el estómago gruña de hambre.
Después de casi una hora, la pasta quedó terminada. La mujer toma un poco de la mezcla para verterla en el caldo de pollo y así procesarla, hasta quedar con ese espeso perfecto para servir los platos con el alimento.
Los platos de barro están preparados, en ellos la mujer coloca la presa de pollo bañándolo del mole recién hecho y caliente, a un costado, un tamal de frijol envuelto en la hoja “huele a tamal”, la cual utilizaban los antiguos pobladores.