El caso del avión mexicano que fue “inutilizado” en Venezuela por las fuerzas de seguridad de ese país se torna cada día más confuso, la actitud de las autoridades de Caracas más sospechosa y la información real más escasa.
Ahora, para ponerle sabor a las cosas, el inefable presidente venezolano, Nicolás Maduro, que cuando no habla con los pájaros descubre imágenes de Chávez en los subterráneos, se ha indignado: no entiende por qué las autoridades mexicanas se preocupan por un avión que estaba “full” de cocaína. Y para refrendarlo sostuvo que “lo sepan (me imagino que las autoridades mexicanas) no nos van a parar con campañas mundiales ni con chantajes. No nos van a parar ¡ya basta!”. ¿Qué le pasará a Maduro? ¿Cuál es la campaña mundial o el chantaje ante la pretensión, mínima, de que explique qué sucedió con un avión que, obviamente, no fue derribado como había dicho el propio Maduro originalmente?
Vamos a recopilar las innumerables contradicciones existentes sobre el tema. Primero, el gobierno venezolano informa que se “derribó” a un avión proveniente de México casi en la frontera de ese país con Colombia. No hay informe oficial, la cancillería mexicana se entera por un tuit. Después, el propio Maduro lo ratifica y agrega que han derribado otros 30 aviones, aunque es la primera vez que informan de alguno de ellos. Más tarde resulta que el avión no fue derribado: fue, dice el gobierno venezolano, obligado a descender en una pista clandestina. Una vez en tierra, tanto el avión como la pista fueron “inutilizados”.
¿Dónde están los pasajeros? Nadie sabe, dicen que huyeron. No es un tema menor: hemos estado en esa región, del lado colombiano de la frontera y nadie, mucho menos cinco turistas mexicanos y dos pilotos, pueden esconderse alegremente y pasar desapercibidos. En esa zona es imposible, no hay dónde, salvo que tengan un fuerte apoyo. ¿Y quiénes eran? No lo sabemos, la única información es que partieron de Querétaro con documentación que ahora sabemos era falsa y que si bien dijeron que iban hacia las Antillas Holandesas, terminaron dirigiéndose hacia la frontera de Venezuela y Colombia.
Pero la mayor contradicción es la propia destrucción de la aeronave. ¿A quién se le ocurre destruir un avión y con ello todas las pruebas que pudieran existir en torno a un vuelo supuestamente clandestino? Pues eso es lo que hicieron las autoridades venezolanas que, además, trataron de ocultar ese hecho al insistir en las primera horas que el avión había sido derribado. La distribución de la foto de la aeronave, demostraba que no había derribo alguno: había sido conscientemente incendiada en tierra por las propias autoridades.
Dice Maduro que la avioneta estaba “full” de cocaína. ¿Dónde quedó entonces esa cocaína? ¿A poco la incendiaron junto con el avión? ¿Nadie la recuperó, nadie la pesó, nadie cotejó su procedencia (de acuerdo con sus características químicas se puede definir aproximadamente su origen)? ¿A cuánto equivale un avión full de cocaína? Porque, además, no podía estar “full” de coca, por una sencilla razón: en ese avión caben, máximo, 12 pasajeros, iban cinco y dos pilotos, o sea que iba a mucho más de la mitad de su capacidad cubierta (sin incluir equipajes), ¿entonces cómo podía ir lleno de cocaína? Un vuelo de cocaína se realiza con el piloto y en ocasiones un copiloto, utilizando toda la capacidad del avión. ¿Qué sentido, desde el punto de vista de un traficante, tiene llenarlo de gente, reducir su capacidad de carga y exponer el propio vuelo? Con un pequeño detalle: la cocaína no se lleva de México a Colombia, la ruta es al revés. Parte de ese país hacia el Caribe, México y Centroamérica. El avión, si iba hacia Colombia, no podía ir full de cocaína.
El periódico La Razón publicó el sábado en su primera plana una de las hipótesis que se han planteado en torno al vuelo “inutilizado” en Venezuela. Sostiene que en ese vuelo, podría haber abandonado México Rafael Caro Quintero. No es una simple elucubración, sino una hipótesis que manejan algunas autoridades mexicanas. Puede ser o no Caro Quintero, pero alguien de suficiente peso viajaba en ese avión, tanto como para construir toda una operación de intercepción que vimos que no fue tal, como para incendiar un avión sin cotejar prueba alguna, como para permitirle huir (o ayudarlos a hacerlo) a sus pasajeros y pilotos, como para denunciar un traslado de cocaína que no puede verificarse.
Alguien de suficiente peso e influencia en el mundo criminal volaba en ese Hawker 25. La pregunta es saber quién o quiénes y por qué se ha construido en torno a esos personajes una historia que no tiene coherencia alguna. Y cuando Maduro además equipara esas preguntas con una nueva “conspiración mundial”, confirma las peores sospechas.