En la víspera de Navidad, el Zócalo de Oaxaca se llenó de magia y creatividad con la celebración de la edición 127 del tradicional certamen de la Noche de Rábanos. Este evento único, que atrae a miles de visitantes cada año, transforma el humilde rábano en una pieza de arte, fusionando la destreza de los artesanos locales con la tradición y la cultura de la región.
Desde temprano en la mañana, el Zócalo se convirtió en un gran escaparate de creatividad. Artesanos de la capital y la periferia presentaron sus obras esculpidas meticulosamente con gubias y punzones en rábanos de distintos tamaños. Las piezas, que representan escenas religiosas, mitológicas y cotidianas, estuvieron expuestas durante unas seis horas, tiempo suficiente antes de que los rábanos comenzaran a oxidarse y oscurecerse al contacto con el aire.
Este certamen, que además de las piezas de rábano incluyó exposiciones de flor inmortal y hojas de maíz o totomoxtle, es una de las tradiciones más queridas de Oaxaca. El concurso tiene sus raíces en el antiguo barrio de la Trinidad de las Huertas, donde las familias de los hortelanos, con la simple intención de vender sus legumbres en la víspera de la Nochebuena, dieron inicio a una costumbre que perdura hasta hoy.
A lo largo de más de un siglo, la Noche de Rábanos se ha consolidado como una de las celebraciones más emblemáticas de la ciudad, donde la creatividad, el arte y la tradición se fusionan en una explosión de color y forma, haciendo de esta festividad un reflejo del espíritu oaxaqueño que sigue vivo y vibrante en cada edición.
