Lamentablemente uno de los grandes errores provocados por las autoridades educativas desde hace varios sexenios, es la manifestación clara y delicada, como es la de querer desaparecer los cimientos en que se ha tratado de seguir construyendo nuestro país.
Los libros de texto gratuitos han venido siendo elaborados de tal manera que, la más de las veces, sólo se tocan superficialmente los temas básicos de la historia de México, sin profundizar la verdadera realidad de lo que ha sucedido.
Las alteraciones que se han venido imponiendo en el calendario escolar, han hecho que las verdaderas fechas históricas prácticamente se han venido borrando, y con eso los alumnos cada día saben menos, resultado de las etapas por las que ha atravesado nuestro país.
Lo anterior equivale a querer desaparecer la existencia, los verdaderos cimientos, y sólo encontramos plumas que han escrito en forma fría y escalofriante y a veces una historia distorsionada que confunde a los mexicanos, sobre todo a la niñez y a la juventud, y sólo encontramos conceptos de globalización, de neolibelarismo que han venido produciendo más pobreza e ignorancia que refleja la intención de sometimiento, de fanatismo, de oscurantismo, cuando la ciencia y la tecnología de este siglo XXI, está bastante avanzada.
Hace unos días se recordó la firma de los Tratados de Córdoba, realizados el 24 de agosto de 1821, con que se da término al movimiento de independencia iniciado el mes de septiembre de 1810, es decir 11 años de lucha para, supuestamente, lograr la tan ansiada separación entre España y el nuevo país que se forjaba, es decir, México.
Pero cuál es la realidad de lo que ocurrió, pues sencillamente los que deseaban la independencia, fueron los peninsulares y el alto clero novohispano, quienes traicionando a su rey, el rey de España, la buscaron para mantener su hegemonía económica.
Lo anterior quedó demostrado cuando en esa firma de los llamados Tratados de Córdoba, solamente firmaron el representante del rey, don Juan O. Donojú y Agustín de Iturbide, representante de los realistas, quedando fuera la representación de los insurgentes, representados por Vicente Guerrero.
La verdadera insurgencia que encabezó don Miguel Hidalgo y Costilla, con otros grandes libertadores, son los que sí deseaban la independencia para librarse de las atrocidades que cometieron los españoles durante tres siglos, pero lamentablemente en la lucha que emprendieron, muchos de ellos fueron quedando en el campo de batalla.
Quien encabeza la entrada a la ciudad de México, en la presunta consumación del movimiento de independencia, el 27 de septiembre de 1821, fue precisamente Agustín de Iturbide, haciendo a un lado a Vicente Guerrero, quien representaba a la insurgencia, confundiéndose entre la tropa.
Más tarde, Agustín de Iturbide se convierte en emperador, traicionando, seguramente, las pláticas que había tenido con la insurgencia.
La iniciación del movimiento de independencia encabezado por don Miguel Hidalgo y Costilla, siendo una luz que iluminó el territorio de México, fue acompañado por grandes hombres y mujeres que verdaderamente deseaban cambiar las estructuras que venían desde la colonia, pero Hidalgo y Morelos fueron arrasados por los conservadores, manteniendo sus privilegios.
Se recuerdan con veneración y respeto a Allende, Aldama, Abasolo, Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario y otros héroes anónimos, hombres y mujeres con grandes defectos, pero sobre todo con la virtud de querer cambiar radicalmente la situación que duró tres siglos.
Por eso al estarse cumpliendo 205 años de la iniciación del movimiento de independencia, los mexicanos, los veracruzanos debemos preguntarnos si aquél movimiento fructificó o fue una luz que prendió, alumbró, pero inmediatamente se apagó, para seguir viviendo en nuestro país una vida ficticia que en nada se apega a lo que está sucediendo.
¿Hemos alcanzado la independencia? Creemos que la respuesta es, ¡No! Ya no podemos aceptar que las celebraciones que han hecho los gobiernos, sean los mismos que le cortaron la cabeza a Hidalgo; esos que excomulgaron y asesinaron a Morelos.
Debemos pensar en otras estructuras, en otros caminos que verdaderamente lleven al pueblo mexicano al real progreso, y no seguir viviendo ficticiamente como hasta hoy ha sucedido en Veracruz y en México.