Hace medio siglo, el último poblano en alcanzar la Presidencia de la República andaba en plena campaña.
Sobre Gustavo Díaz Ordaz se debate si realmente nació en San Andrés Chalchicomula (hoy Ciudad Serdán) o si lo hizo en Tlacolula, Oaxaca, de donde eran originarios sus padres. Sin embargo, su biografía oficial lo hacía oriundo de Puebla.
Eran tiempos en los que la mayor oposición que podía encontrar el Partido Revolucionario Institucional estaba en sus propias filas. Por eso, Díaz Ordaz no temía a la candidatura presidencial del panista José González Torres, pero sí le preocupaba lograr la adhesión del expresidente Lázaro Cárdenas, cosa que consiguió finalmente en mayo de 1964.
Antes que Díaz Ordaz, los también poblanos Martín Carrera, Ignacio Comonfort, Juan N. Méndez y Manuel Ávila Camacho habían sido presidentes.
Pudo serlo Manuel Bartlett Díaz, pero vio frustradas sus aspiraciones en 1987 y 1999, cuando fue superado por Carlos Salinas de Gortari y Francisco Labastida, respectivamente, en la obtención de la candidatura del PRI.
Hoy Puebla ve resurgir la posibilidad de poner a uno de los suyos en Los Pinos. Al menos, si se consideran las intenciones que deja ver el gobernador Rafael Moreno Valle.
Nieto de un gobernador homónimo, Moreno Valle ha estado en el cargo desde el 1 de febrero de 2011, luego de ganar las elecciones estatales del año anterior, postulado por la coalición PAN-PRD.
Moreno Valle comenzó su carrera política en el PRI. Fue secretario de Finanzas durante el gobierno de Melquiades Morales, a quien su abuelo, el general Moreno Valle, hizo líder del Congreso local.
En marzo de 1972, cuando la segunda mitad de su gobierno apenas arrancaba, el primer Moreno Valle se vio obligado a dejar la gubernatura tras de caer de la gracia del presidente Luis Echeverría, por su cercanía con el expresidente Gustavo Díaz Ordaz, su paisano, de quien había sido secretario de Salud.
Para cumplir el trámite, el gobernador acudió con Melquiades Morales y le presentó su solicitud de licencia. Por gratitud, éste intentó rechazarla, pero el mandatario estatal lo interrumpió: “Aprecio tu gesto, pero recuerda que soy un militar que obedece al Presidente de México. Además estoy enfermo. Así que anda ve y cumple con tu deber”.
Y agregó: “No te preocupes por mí porque al fin podré disfrutar a mi nieto Rafita, que pronto cumplirá cuatro años de edad”.
El relato de esa anécdota es parte del libro en preparación La Puebla variopinta, conspiración del poder, del periodista poblano Alejandro Manjarrez.
Veintisiete años después de la renuncia del general Moreno Valle, el nieto ingresó en el primer círculo del poder estatal, de la mano del gobernador Melquiades Morales. Luego de ser secretario en su gabinete, fue diputado federal y líder del Congreso local y llegó al Senado. Todo en menos de un sexenio.
Durante su rápido ascenso, abandonó las filas del PRI, cuando estalló el escándalo del entonces gobernador Mario Marín, e ingresó a las del PAN.
Como gobernador, Moreno Valle ha tenido una gestión de gran visibilidad en el panorama político nacional. Ha sabido destacar en la Conago y ha mantenido con el presidente Enrique Peña Nieto una relación tan cordial como la que tuvo en su momento con el presidente Felipe Calderón.
En las elecciones intermedias, el año pasado, la coalición gobernante logró retener la capital del estado y ganó 23 de las 26 diputaciones de mayoría.
Luego de que las alianzas electorales de 2010 consiguieron arrebatar al PRI las gubernaturas de Puebla, Sinaloa y Oaxaca, sólo en el primer estado se ha mantenido la cohesión de los aliados.
En la reciente contienda para la presidencia nacional del PAN, Moreno Valle apostó por el candidato ganador, Gustavo Madero, quien ganó la elección interna en la entidad.
Y hace un par de semanas, el secretario general de Gobierno del estado, Luis Maldonado Venegas —nombrado en abril del año pasado—, se afilió al PRD.
Aunque faltan tres años para que arranque de lleno la sucesión presidencial, sería ingenuo pensar que el gobernador Moreno Valle ha dado todos esos pasos sin contemplar una eventual candidatura en 2018.
Con el triunfo de Madero en el PAN, y, probablemente, de la corriente de Los Chuchos en la lucha por la dirigencia del PRD, se asegura que la posibilidad de las alianzas electorales PAN-PRD siga vigente al menos hasta 2015.
Moreno Valle, cuyo periodo en la gubernatura concluye en enero de 2017, no tiene, hasta ahora, rival alguno para abanderar una coalición así, que resultaría inédita en la lucha por la Presidencia.
Además, los tiempos ayudarían al poblano a posicionarse ante el electorado nacional, más de lo que su frenética actividad como gobernador lo ha hecho ya. Al menos durante el primer semestre de 2017, no estaría sujeto a las reglas electorales aplicables a los precandidatos.
Hace seis años, el PRI tenía en Enrique Peña Nieto —entonces gobernador del Estado de México— un aspirante apuntado e idóneo para buscar la alternancia en Los Pinos.
Hoy, el PAN y el PRD lo tienen en Moreno Valle, quien, además, parece haber aprendido las lecciones de la construcción de la candidatura del hoy Presidente de la República.
¿Y el PRI? Si el partido de gobierno tuviera que inclinarse hacia un gobernador para ser el sucesor de Enrique Peña Nieto en 2018, ¿en quién pensaría? Yo no veo a nadie.