in

Psicopatías

Superiberia

La locura en sus múltiples matices se presenta ante nosotros siempre, como parte de un rechazo propio, acto reflejo de vernos en los demás. La “mala” locura, como la de aquellos que son dañinos para la sociedad, no es un hecho sino un problema, y sería el del sin-sentido, o la interminable pose de la nada hostil. Muchas personas sufren de algún tipo de locura que podemos llamar hostil y de las más peligrosas se pueden mencionar las que poseen algún tinte narcisista, ególatra, dependiente de atención por voluntad propia o peor aún, de voraz apetito por el poder; aunque alarmantemente hay quienes juntan todas esas variantes en una sola, y lo denotan con una sonrisa.

Esta columna toca estos temas porque en las últimas semanas he podido contemplar a varios especímenes enfermos con delirio de grandeza, vicio por el poder y necesidad de atención en una proyección muy natural, en su mejor momento de locura.

Me preocupa verme envuelto en semejantes escenarios y no concibo que los demás los asimilen como su día a día, por ello, me doy a la tarea de hacer una pequeña referencia.

El enfermo de delirio de grandeza opera sobre lo que otro sujeto dice, si alguien tiene un auto con ciertas características, él de inmediato afirma haber tenido uno mejor. Si existe alguien que narra una aventura, menciona de inmediato el paciente una de mayores proporciones o bien, le da por ser maestro de cualquier arte que otro domine. 

Nos encontramos con ante personas convencidas de que son superiores a los demás, pero lo cierto es que se trata de individuos que tienen muchos complejos y negaciones.

No aceptan en su realidad el hecho de que su pose es falsa, no existe, es una proyección mental hacia los demás y en algunos casos elaboran creencias ridículas y enfermizas.

Cualquier señalamiento hacia ellos es virtuosamente desviado hacia algún defecto en alguien más, cuando nos damos cuenta ya estamos hablando de lo pésima que fue la película de Derbez.

¿Conoces a alguien así?

Les cuesta relacionarse profundamente con las personas pero tratan de estar en todos los reflectores posibles. La indiferencia es como un dardo en los ojos.

¿Será que están entre nosotros?

¿Alguno nos gobierna?

Puede o no gustarnos el arquetipo que describo, síntoma de que algo nos mueve, pero es una realidad.

Nuestros gobernantes tienen serios problemas psíquicos y nosotros somos la causa, el fomento, el todo. Ya que como ladrón que comienza con el bolso de su madre, nosotros no hemos puesto en ningún momento un alto a los abusos, no sé si nos sentimos superiores o en realidad no nos interesa, pero hemos permitido que quienes nos gobiernan desarrollen estas psicopatías y las lleven a otro nivel por el simple hecho de que no hemos levantado la voz.

En las oficinas nunca falta un jefe que tiene dependencia de atención, un queda bien de tres pesos que se adjudica hasta los milagros de la virgen. Un megalómano que al no detenerle la mano cuando saca un par de pesos de la bolsa, termina por vaciarla, tomar todo el poder que le es posible y volverse dañino para primero, su empresa, después la sociedad. Esos luego les da por aburrimiento irse de presidentes de una República.

En Marginalia, el reino de los marginados los podemos contemplar en el mejor de los lenguajes, dando órdenes, acaparando reflectores, levantando las manos, y haciendo de las suyas, volviéndose caciques que tarde o temprano terminan por sentir el peso abrupto de la realidad sobre de sí pero ya es tarde para reflexionarlo. 

Contemplar algo no es saberlo ni mucho menos convertirse en una fuerza opuesta. Señalar si acaso es una psicopatía que tenemos los que nos da por contemplar.

La cuestión con estas problemáticas es simbólicamente simple; ¿cuántos de nosotros tenemos/conocemos a una persona así en casa? ¿En la oficina? ¿De presidente municipal?

Y una vez asignado el valor de esa incógnita, ¿qué vamos a hacer al respecto?

¿En qué somos diferentes de ladrones, asesinos, narcos y conexos?

No estamos haciendo nada que se pueda considerar opuesto y eso podría ser complicidad.

Una psicopatía que no existe pero que nos podemos ahora mismo inventar sería la de hacer caso omiso de todo lo que está mal.

Agradezco pues, a los que se toman el tiempo en las redes sociales de subir fotografías de calles destruidas, Tránsitos golpeando gente como si no hubiera un mañana para hacerlo, Policías recibiendo pole dance privado en la batea de su unidad, perros atropellados, changarros de garnachas que cierran tarde (no me juzguen, me da hambre en la madrugada) y etc.

Ya estamos señalando lo que nos parece señalable, ahora hay que hacer algo para que deje de ser precisamente, señalable.

Ahí se los dejo de tarea.

CANAL OFICIAL

“México: La gran farsa”

Hoy encienden el pino de Navidad