Por Andrés Timoteo / columnista
PRIMERAS PROTESTAS
La séptima gira del presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo un componente nuevo, incipiente, pero indicativo y que podría multiplicarse para tiempos venideros: las protestas a grito de pulmón y con mensajes escritos tremolados a su paso. Es la primera vez que, en los mítines encabezados por el tabasqueño durante el tiempo que lleva de ocupar la Presidencia de la República, hay manifestaciones de repudio a su gestión.
Fue, claro, una movilización realizada por la organización priista Antorcha Campesina que en la víspera había anticipado que pondría marcaje personal al Mandatario. La molestia de la agrupación es porque el Gobierno local no ha cumplido supuestos acuerdos de obras públicas y servicios urbanos. El propio López Obrador aludió a la agrupación llamándola “Antorcha Mundial” para no citarla directamente ante los gritos en su contra.
Argumentó que ya no será intermediaria de los apoyos oficiales, sino que estos se entregarán directamente a los beneficiarios. En respuesta, los ‘antorchos’ le gritaron “¡mentiroso!”. He ahí lo innovador, ya están perdiendo el miedo al triunfador del primero de julio pasado con un enorme bagaje de respaldo popular. Puede ser que los líderes e integrantes de Antorcha Campesina no tengan la autoridad moral ni política de recriminarle a López Obrador, pero están abriendo camino.
Después serán otras organizaciones y ciudadanos los que entren al rejuego de responderle, exigirle, reprocharle y hasta descalificarlo frente a frente. Es lo novedoso, el desafío al orador al que antes, en lo inmediato, nadie se atrevía a encarar. Son las primeras protestas, las pioneras. Hoy es Antorcha Campesina, mañana pueden ser varias, tal vez decenas, los que increpen la verborrea del caudillo.
También en la gira presidencial hubo otras manifestaciones, la mayoría pidiendo la intervención de López Obrador pare resolver entuertos locales: de estudiantes, de campesinos, de colonos, de ejidatarios, de afectados ambientales, de familiares de personas desaparecidas y de otros. Y aquí hay otra arista que no se debe dejar de analizar. Antes, durante los gobiernos priistas y panistas se cuidaba que al Presidente de la República no se le molestara con protestas o exigencias en sus giras.
Para evitarlo se hacía funcionar la socorrida ‘política regional’ para anticipar sainetes, dialogar con los inconformes, hacer acuerdos e impedir que los ánimos se desbocaran durante los actos presidenciales. Ahora no es así, el aparato estatal está pasmado. Y no es algo que sirva para presumir que ahora no se coarta el derecho a la libertad de expresión ni se ocultan los problemas, sino es una muestra de la ineficiencia de los Gobiernos locales.
Qué necesidad hay que se exija al Presidente la solución de lo doméstico, que López Obrador se ocupe de gobernar al País y al tiempo de hacer el trabajo del Gobernador y los alcaldes. No hay excusa que valga, la serie de protestas en la gira reciente fue el resultado de la inacción de la Secretaría General de Gobierno. No ata ni desata, no trabaja pues.
RIESGO DESDE EL EXTERIOR
Así, la gira número siete del tabasqueño por Veracruz tuvo señales de lo que viene y de lo que se padece, la holgazanería aldeana. También esta vez, aunque hubo halagos nuevamente para el gobernante estatal, ya no causaron el mismo efecto ni político. Los veracruzanos comenzaron a cansarse de los piropos que no tienen subsecuencia en las acciones de Gobierno, y ahí está otro anticipo de lo que podría venir: el hartazgo de los ‘espaldarazos’ sin resultados en la gobernanza.
Pero, además, el mensaje de López Obrador en su recorrido por la Entidad, dirigido especialmente a productores agrícolas, se vio opacado por el golpe a su administración dado desde el exterior y que pone en aprietos los proyectos de la llamada “Cuarta Transformación”. Se trata de la intención del presidente norteamericano Donald Trump para imponer un 5 por ciento de aranceles a todos los productos que México exporte si no detiene la migración masiva de centroamericanos hacia los Estados Unidos.
Los alcances de esa amenaza no son menores y pueden llegar a ser demoledores en el ámbito político. Es cierto, el mundo no se va a acabar si se imponen esos aranceles, pero sí va a desestabilizar los planes de López Obrador en materia financiera. Están en riesgo los grandes proyectos de infraestructura como el Aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas y también el entramado para los apoyos sociales para construir el clientelismo electoral.
El sólo anuncio de Trump sacudió la Bolsa Mexicana de Valores, devaluó el peso y puso en alerta a todos los grandes inversionistas extranjeros, sin contar con el riesgo del acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, ahora llamado T-MEC. Al haber crisis financiera y contracción económica, la recaudación e inversiones se reducen y se maniatará al Gobierno Federal para cumplir sus proyectos políticos.
Lo peor es que frente a una amenaza seria, López Obrador responde con cartas amorosas al beligerante Trump hablando de no “estropear la bonita amistad”, mientras éste rechaza de golpe a la comitiva de diálogo con el canciller Marcelo Ebrard. “Queremos acción, no hablar. Podrían resolver la crisis fronteriza en un día si así lo desean. ¡De lo contrario, nuestras empresas y puestos de trabajo regresarán a Estados Unidos!”, dijo Trump en un tuit como respuesta a la carta amorosa de López Obrador.
México está en apuros, sí. A los colmilludos norteamericanos no los engatusa la palabrería del tabasqueño y tendrá que haber un gran acto de alta envergadura estadista -no alcanzan ni los abrazos ni la retórica amorosa- para soltarse de la trampa. Lo que Estados Unidos pretende es obligar a que México se convierta en el policía migratorio de su ‘patio trasero’ y que permita la injerencia de agentes extranjeros para controlar -léase combatir- el flujo migratorio del Sur.
De aceptarlo, México capitulará en su soberanía nacional y en el papel frente al mundo de ser garante de los derechos humanos de las personas que migran. La dignidad del País costará mucho y todo se complica porque Donald Trump ya está en campaña por la reelección con banderas como el muro fronterizo y la guerra contra la migración, y poco le importará que nuestro País se convulsione con una crisis financiera y comercial. El 10 de junio vence el plazo antes de los aranceles y para conocer el fracaso o éxito del gobierno amoroso de López Obrador.