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PRI, LA BARCA HUNDIDA

Superiberia

Por Andrés Timoteo /  columnista

PRI, LA BARCA HUNDIDA

El PRI se encuentra la antesala para renovar la dirigencia estatal luego del peor año electoral de su historia -no ganaron nada en el 2018, ni una diputación ni la gubernatura, ni la Presidencia de la República- e intenta reagruparse para sacar a flote la barca hundida.  Son varios los aspirantes al Comité Directivo Estatal, aunque hay una coyuntura particular pues algunos se verán obligados a desistir porque tienen encima escándalos de corrupción y hasta ‘pecados’ partidistas.

Dos son los diputados -una Federal y otro Local- Guadalupe Ingram Vallines y Juan Carlos Molina Palacios- el compadre de Yunes Landa-. La primera está acusada de ser parte de la cadena de corrupción en el programa de estancias infantiles, pues cuando era delegada de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) facilitó que sus familiares hicieran negocios con el mismo y toleró el fraude de los niños fantasmas para usufructuar del presupuesto federal. El escándalo arreciará, pero ya desde ahora la desacredita como aspirante a la dirigencia del tricolor.

Lo mismo que el oscuro Molina Palacios -no por el color de piel- quien al abandonar la bancada del PRI y hacer que peligrara la representación del partido en el Congreso Local, está descalificado automáticamente para querer dirigir al partido contra el que atentó a pesar de que le había obsequiado una curul plurinominal. La percepción es que un traidor queriendo dirigir al traicionado.

Otro personaje de tinieblas, Tomás Carrillo Sánchez, exsuprocurador regional de Justicia en el fidelato justo cuando el narcotráfico se apoderó de la entidad, deslizó su intención de buscar la dirigencia partidista, pero arrastra el estigma de haber operado a favor de Morena en la contienda pasada traicionado al candidato del tricolor, José Yunes Zorrilla. Además, desde que se cayó de un caballo el pasado 15 de diciembre en una feria en Otatitlán, ya todos lo ven con desconfianza.

La deducción entre los priistas es simple y hasta un poco cerril: un individuo que no logra mantener las riendas ni el equilibro en un equino, ¿cómo lo hará con un partido? La fidelidad ahí perdió a uno de los candidatos a dirigir al tricolor.

Otra que sin éxito ha sondeado participar en la contienda interna, es la exalcaldesa del puerto de Veracruz, Carolina Gudiño Corro, pero su sola mención provoca el rechazo del priismo en general. No va a la contienda porque nadie la quiere por lo que representa: al innombrable en persona.

Ante ese repudio de su personera, el innombrable ya impulsa a otros allegados como el exdelegado del Issste, Antonio Benítez Lucho y al exalcalde de Paso de Ovejas, Adolfo Ramírez Arana, sobrino político de Rosa Borunda, la esposa del innombrable y quien en su momento también fue impulsora y protectora de Javier Duarte.

Lo anterior en el afán de atajar al regidor porteño, Marlon Ramírez Marín, quien es el mejor posicionado para convertirse en el dirigente estatal, ante los obstáculos que los otros aspirantes tienen por sus escándalos y la animadversión que generan en la misma militancia. Por eso también las huestes de la exalcaldesa Gudiño mantienen un golpeteo mediático contra Ramírez Marín a fin de desgastarlo, aunque no le han hecho mella.

El regidor se inició en la resistencia partidista cuando el panismo estaba en su apogeo en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río. Hace casi dos décadas, la alcaldía y diputaciones en Veracruz las había ganado el PAN y el tricolor quedó tan apabullado que nadie quería dirigirlo, pero Ramírez no se amilanó y asumió la dirigencia municipal. Fue quien condujo al partido en esa etapa de oposición.

Hoy, en esas coincidencias de la política, Marlon Ramírez vuelve a estar ante el mismo reto de conducir al PRI en medio de circunstancias adversas y ahora hasta con la tarea de recomponerlo a nivel estatal. Eso, por supuesto, no se lo perdonan muchos convenencieros que quieren atajarlo, entre ellos los Gudiño, los Arana y los Benítez, que siempre han llegado a cebarse cuando la mesa ya está puesta.

En resumen, si otra cosa no ocurre, Ramírez Marín se convertiría en el nuevo dirigente estatal del tricolor, responsable de sacar la barca del fondo del mar donde encalló desde el primero de julio del año pasado.

PAN, SIN AUTORIDAD

Por su parte, el Partido Acción Nacional (PAN) si bien ya renovó su dirigencia estatal se encuentra sumamente desgastado ante la opinión pública no como instituto sino porque su líder, José Mancha Alarcón, carece de la autoridad moral y política para reagruparlo y sobre todo para erigirse como oposición respetable.

En primer lugar, Mancha Alarcón se reeligió en un proceso polémico y algunos dicen que hasta gansteril atropellando con todas las marrullerías posibles a su contrincante, el exalcalde de Tantoyuca Joaquín Guzmán Avilés. Por otro lado, el propio Mancha arrastra el escándalo de haber sido beneficiado con contratos millonarios de obra pública a través de empresas hechizas que creó para hacer negocio con el Gobierno Estatal del bienio pasado.

Un personaje tan cuestionado moral y políticamente solo provoca hilaridad cuando habla, por ejemplo, que el Gobierno Federal viola la Ley al desaparecer las guarderías infantiles o cuando exige al Gobernador en turno que recomponga su gabinete porque tiene a malos funcionarios. Es como para doblarse de risa que Mancha Alarcón abogue por la legalidad, la eficiencia y el buen desempeño público.

El panismo en Veracruz no podrá ser conducido como oposición fuerte, con aceptación en el imaginario colectivo y, sobre todo, con la autoridad política suficiente para señalar errores y corrupción en el gobierno estatal vigente mientras no se habilite un portavoz que no sea el desprestigiado dirigente en turno quien, en su apellido, Mancha, lleva su descripción en el quehacer político.

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