Sus obras -naif, coloristas, frívolas- son inversamente proporcionales al discurso con el que Jeff Koons responde a todas las cuestiones sobre su trabajo que le preguntan los numerosos periodistas presentes ayer en la rueda de prensa. Da igual que le pregunten por su marchante Larry Gagosian, por la relación entre arte y dinero, por la influencia del Barroco en su obra, por la sexualidad implícita de muchos de sus trabajos… Su discurso siempre es el mismo, no se sale del guión. Recurre a la filosofía (incluso cita a Platón ante el asombro de los presentes), a la espiritualidad, a la comunidad entre los hombres… Paz y amor.
Se trata de la mayor retrospectiva realizada hasta la fecha sobre el artista norteamericano, que ya recaló anteriormente en el Whitney de Nueva York y el Pompidou parisino, con un gran éxito de público. Koons es un artista muy querido en el Guggenheim de Bilbao, como recuerda su director, Juan Ignacio Vidarte: “Es un artista muy especial para nosotros. Tenemos una relación muy cercana y dilatada en el tiempo con él. Su escultura Puppy (un perro de casi trece metros de altura cubierto de flores que da la bienvenida a los visitantes en la plaza de entrada al centro) se ha convertido en un símbolo del museo y un icono muy querido para Bilbao”. Para Vidarte, era un deber ineludible sumarnos al proyecto del Whitney. Esta exposición es una revisión completa y muy coherente de toda su trayectoria.
Entre las obras expuestas (95), sus controvertidas imágenes de la serie Made in Heaven, en las que practica sexo con la que sería su esposa, la actriz porno Cicciolina; obras muy kitsch como Michael Jackson y Bubbles, su mítico Conejo de acero inoxidable, o uno de sus cotizadísimos perros globo. El que se muestra aquí, de color rosa.