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Prejuicios y dogmatismo

Superiberia

¿Qué pequeña ciudad de México ha sido objeto de debate entre los más connotados investigadores internacionales  sobre desarrollo y evolución económica? Jared Diamond, el autor de Armas, género y acero; Jeffrey Sachs, asesor en varias de las transiciones económicas de los países ex comunistas; el autor Francis Fukuyama; Martin Wolf, editorialista del Financial Times; Peer Vries, de la Universidad de Viena, y el empresario Bill Gates. Todos ellos mencionan a Nogales, Sonora, la ciudad fronteriza en la que crecieron mis padres y a la que he visitado en incontables ocasiones, porque ha sido la localidad escogida por los investigadores Daron Acemoglu, del Massachusetts Institute of Technology, MIT, y James A. Robinson, de la Universidad de Harvard, para iniciar su libro Why Nations Fail, en español Por qué fracasan las naciones

El libro busca responder a una pregunta muy pertinente, ya abordada por autores como Diamond: ¿Por qué unas naciones se desarrollan y otras no? Acemoglu y Robinson formulan una tesis  muy ambiciosa sobre la evolución de las sociedades humanas desde la revolución neolítica de hace unos nueve mil años a la fecha y dedican los 15 capítulos del libro a intentar demostrarla: el desarrollo político a través de la creación de instituciones económicas y sociales incluyentes es precondición necesaria y precede al desarrollo económico.

En sus palabras, las instituciones económicas incluyentes son aquellas que “hacen respetar los derechos de propiedad, crean un campo parejo e incentivan las inversiones en nuevas tecnologías y destrezas”. Las instituciones políticas incluyentes son las que “distribuyen el poder político ampliamente en forma plural y son capaces de alcanzar alguna centralización política para poder hacer cumplir la ley, asegurar los derechos de propiedad y una economía de mercado incluyente”. En el polo opuesto están las instituciones extractivas que están “estructuradas para extraer recursos de los muchos a favor de unos cuantos y que… no logran proteger los derechos de propiedad o proveer incentivos para el desarrollo económico”.

Para Acemoglu y Robinson la causa esencial que explica la prosperidad o falta de ella es el desarrollo institucional incluyente. Por ello, “los habitantes de Nogales, Sonora, tienen un tercio del ingreso de los de Nogales, Arizona. La mayoría de los adultos no tiene educación secundaria y muchos adolescentes no están en la escuela. Las madres se preocupan por la alta mortalidad infantil y a nadie sorprende que los residentes de Nogales, Sonora, no vivan tanto como sus vecinos en el norte… Los residentes de Nogales, Sonora, conviven diariamente con la corrupción política y la ineptitud”.

Pero resulta que las cifras del INEGI y del Census Bureau de Estados Unidos pintan un panorama muy diferente. Nogales, Sonora, tiene diez veces más habitantes que su contraparte arizonense, lo cual habla de una economía capaz de sostener a esta población creciente, mientras que Nogales, Arizona, pierde población cada año. Aunque los habitantes del lado mexicano ganan menos, tienen aproximadamente la misma esperanza de vida que los que viven “del otro lado”, 77.6 años para las mujeres y 72.2 años para los hombres. En el lado mexicano hay sólo 5.6% de desempleo, comparado con 15% en el lado estadunidense; 5.1% de la población en pobreza extrema, comparado con 15% cruzando la línea. Podríamos abundar en más cifras, pero sólo añadiría otro comentario: como se ha probado con cada crisis mexicana, la prosperidad de Nogales, Arizona, depende no sólo de las instituciones incluyentes estadunidenses, sino, sobre todo, de los mexicanos que van a comprar y a trabajar allá.

 ¿Por qué Acemoglu y Robinson, a pesar de que “investigaron durante 15 años” llegan a conclusiones equivocadas como la de que Agustín de Iturbide fue el líder de la Independencia de México, o la que afirma que en el Nogales mexicano los habitantes viven menos que en el lado estadunidense? Por prejuicios y dogmatismo. Prejuicios que no se diferencian mucho del racismo y dogmatismo que les hace torcer la realidad para probar su hipótesis.

Para probar su tesis a como dé lugar, los autores comparan los casos de Bill Gates, a quien alaban como caso ejemplar, y de Carlos Slim. El ingeniero Slim, afirman, ganó la subasta por Telmex  a pesar de que “no ofreció la cantidad más alta”. Como se puede comprobar no sólo en la documentación oficial de la subasta, sino en la de los socios internacionales de Grupo Carso, que formaron el consorcio ganador, Southwestern Bell y France Telecom, ambas compañías provenientes de países con “instituciones económicas y políticas incluyentes”, este consorcio ofreció 70.4 millones de dólares más que Controladora Mextel, consorcio formado por inversionistas mexicanos, GTE Telephone Corp y Telefónica de España. La oferta del consorcio ganador situó el valor de Telmex  en ocho mil 615.7 millones de dólares, 16.6% arriba del valor de mercado de la compañía, estimado en forma independiente.

Jared Diamond, Jeffrey Sachs, Peer Vries, Bill Gates, Martin Wolf , Francis Fukuyama y varios otros autores hacen notar que la hipótesis de Acemoglu y Robinson no permite explicar la situación actual de un tercio de la humanidad: el desarrollo espectacular de China en las últimas tres décadas a pesar de tener instituciones económicas y sobre todo políticas poco incluyentes y el lento avance de la India, la mayor democracia del orbe. La pregunta inicial, por qué unas regiones/países crecen y otras no, válida y de gran importancia, no puede responderse a través de una sola variable, por más importante que ésta sea, y menos al acomodar la realidad para intentar responderla. Nos encontramos en Twitter para conocer sus hipótesis sobre las razones del éxito de unos y el fracaso de otros: @ceciliasotog

*Analista política

 

ceciliasotog@gmail.com

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