La detención de 13 policías federales en Guerrero que pertenecían a una banda de secuestradores que operaba en la zona de Acapulco, los cuales utilizaban patrullas para realizar los secuestros y solían asesinar a sus víctimas, es un caso extremo que demuestra lo permeable que son los cuerpos de seguridad a los diferentes grupos criminales. Pero también debería confirmar la voluntad de las autoridades y en este caso de los mandos de la PF y de la Comisión Nacional de Seguridad para limpiar esas instituciones.
Estoy convencido de que la Policía Federal ha sido una de las creaciones institucionales más importantes que ha tenido el país en las últimas décadas. Durante el pasado sexenio, la Policía Federal que nunca había pasado de ser un cuerpo incipiente, se convirtió en una institución de seguridad con cerca de 40 mil elementos, con una infraestructura, equipo y cadena de mandos de muy buen nivel, imposible de equiparar por cualquier otra agencia de seguridad en el país y en toda la región. Es el instrumento indispensable que debe terminar de consolidarse para aliviar la presión de las fuerzas militares en la preservación de la seguridad interior y también el modelo sobre el cual se han comenzado a crear las nuevas policías locales en los estados que han decidido emprender ese camino.
En la transición sexenal hubo quienes apostaron a la transformación radical e incluso a la desaparición de la Policía Federal y hasta se pensó que la Gendarmería podía reemplazarla. Afortunadamente no fue así: sí se corrigió un error institucional de origen de la administración Fox, cuando se separaron las áreas de Seguridad Pública de la Secretaría de Gobernación, estableciendo la Seguridad Pública como una secretaría de Estado. El presidente Calderón mantuvo ese esquema que tuvo una virtud y un problema: la virtud es que la autonomía de la SSP le permitió transformar toda el área de seguridad, multiplicar por cinco el número de elementos de la PF, crear un extraordinario centro de inteligencia e información, equiparse con los más avanzados instrumentos en el ámbito de las telecomunicaciones y el armamento. Conformar una policía de alto nivel y fuerte capacidad que, como toda institución relativamente nueva, está en proceso de transformación. El problema es que una Secretaría de Estado es por definición eminentemente política y por ende la seguridad inevitablemente se politizaría.
A Genaro García Luna, quien fue el verdadero constructor de todo ese nuevo andamiaje, lo sucedieron dos muy buenos profesionales: en la propia Policía, Enrique Galindo y, regresadas las áreas de seguridad a Gobernación, el doctor Manuel Mondragón y Kalb (uno de los hombres con mejor imagen y confiabilidad en todo el extenso ámbito de la justicia en el país) en la Comisión Nacional de Seguridad que reemplazó a la anterior secretaría. La tarea de Mondragón y de Galindo es terminar de transformar la PF, acoplarla al nuevo modelo policial que se está construyendo como réplica suya en los estados, incorporar a la naciente Gendarmería (que en forma muy sensata se decidió que fuera un cuerpo integrado a la PF y no un ente autónomo) y aumentar su eficiencia.
La detención de 13 de sus integrantes acusados de formar parte de una banda de secuestradores es, sin duda, un golpe en su imagen pública y sus objetivos, como lo ha sido la confirmación de que elementos de la policía capitalina protegían a una banda de narcomenudistas que participaron en los secuestros y asesinatos del Heaven o el más reciente secuestro de un ciudadano colombiano, también por unos policías del DF. Y estamos hablando de las dos policías mejor preparadas del país: la federal y la capitalina. Pero sería irracional descalificar (en ambos casos) a toda la institución y considerar que ella está contaminada por esos hechos. La depuración y limpieza de los cuerpos de seguridad, de todos, militares y civiles, federales y estatales, debe ser constante para que tenga sentido y eficacia. Lo ocurrido con los federales en Guerrero debe servir para ello… y también para atender rumores que en ocasiones pueden ser ciertos. Porque desde hace tiempo se decía que en los secuestros que se estaban dando en Guerrero había policías involucrados.
Hablando de responsabilidades. ¿Ninguna autoridad del gobierno estatal o del municipio de Chihuahua se hará responsable de la absoluta falta de medidas de seguridad en el espectáculo de los monster truck que terminó con la muerte de nueve personas y medio centenar de heridos?