Ser pobre y sano no es imposible pero es casi imposible. Los pobres no viven de palabras, viven de realidades y perviven pese a sus realidades. La realidad de la pobreza conlleva mermas mentales y físicas; algunas son mortales, otras acortan la vida, muchas disminuyen la calidad de vida y la mayoría impiden seguir el ritmo de la competencia. Los pobres son pobres porque la miseria excluye: educación, agua potable, vivienda digna, salud, transporte adecuado, áreas verdes aledañas al hogar son bienes ajenos a las clases pobres y recursos impensables para las personas en condiciones de miseria. Sin esos elementos los pobres son cada vez más pobres; sin esos beneficios los hijos de pobres serán más pobres y su vida un rompecabezas imposible de ensamblar: sin piezas suficientes no es posible vivir dignamente ni competir.
En octubre de 2012, 18 profesionistas mexicanos, la mayoría médicos, publicaron en The Lancet, revista médica imprescindible, el artículo “The quest for universal health coverage: achieving social protection for all in Mexico” (La búsqueda para obtener cobertura universal en salud: lograr protección social para todos en México). El artículo mereció comentario editorial; los artículos dignos de editoriales son considerados interesantes y trascendentes. Entre 2003 y 2012, explican los investigadores, se incorporaron 50 millones de personas al Seguro Popular (SP); gracias a ese logro, México se inscribe entre las naciones donde la protección social y la cobertura universal en materia de salud es universal. Todos los firmantes del artículo han pertenecido o pertenecen a la Secretaría de Salud y/o a organismos gubernamentales.
La investigación, publicada en octubre de 2012, detalla los logros obtenidos en los últimos nueve años, tiempo de la dupla Fox-Calderón. De acuerdo con los autores, “la proporción de la población que vive en pobreza disminuyó entre 2000 y 2010”, lo que, aunado a la continuidad y fortalecimiento del Seguro Popular, ha mejorado el acceso a los servicios de salud y disminuido la frecuencia de gastos catastróficos en salud, sobre todo, en las clases pobres.
Esas cifras, y ese optimismo, deben confrontarse con la información emitida por el INEGI y por el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social. De acuerdo con esos organismos cada día mueren 23 mexicanos por complicaciones secundarias a desnutrición, y 21 millones de personas padecen hambre.
Aunque todos piensan que ni Kafka ni Breton ni Apollinaire son mexicanos, es muy probable que algunas simientes de tan notables pensadores sean mexicanas, ¿cómo es posible un divorcio de tal magnitud?, quienes hablan de cobertura universal en salud, ¿ no hablan con quienes afirman que en México el hambre es epidemia?, quienes publicitan logros tan impresionantes como cobertura social y salud universal ¿desconocen que es incorrecto hablar de salud universal cuando hambre, higiene deficiente, falta de agua potable y vivienda digna son agravios frecuentes?
Problema fundamental, a nivel mundial, es el acceso a servicios de salud adecuados y funcionales. Son muy pocas las naciones que ofrecen a todos sus connacionales ese servicio y protección que, de acuerdo a la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, es “uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social”, y que para los investigadores mexicanos en salud constituye “las bases éticas de la reformas mexicanas”.
Afirmar que en México la protección social y en salud es universal es equivocado. Dentro de una miríada de inquietudes destaco algunas: ¿cuentan con suministros médicos y tecnológicos adecuados los centros del SP?, ¿ofrecen horarios suficientes?, ¿cuántos afiliados del SP no recogieron sus credenciales?, ¿en el SP se refieren oportunamente a los pacientes que lo requieran a centros hospitalarios?, ¿esos centros cuentan con disponibilidad y parafernalia médica suficiente para acoger a esos enfermos?, ¿hay seguimiento de los pacientes que acuden al SP?, ¿funcionan adecuadamente los centros del SP en la sierra de Puebla, en el Valle del Mezquital, en la Oaxaca profunda? Las preguntas previas deben responderse atendiendo a la realidad socioeconómica de la población. Regreso al problema del hambre.
Se calcula que en 2012 la población en situación de pobreza era de 60 millones, de los cuales 21 millones pervivían en extrema pobreza (alimentaria). La mitad de esa población son niños; en ese grupo la prevalencia de desnutrición crónica es de 12.5% entre quienes viven en ciudades y 37.4% en indígenas.
El espacio impide agregar más cifras, unas más alarmantes que otras. No impide finalizar cuestionando el título de la editorial de The Lancet, cuyo contenido alaba el éxito de la medicina mexicana: “Mexico: celebrating universal health coverage”, ni impide invitar a los editores de la revista a valorar el nivel de eficacia del SP en Chiapas o Zacatecas. Sorprenderse y cuestionar es obligado: ¿es posible hablar de la salud universal en un país donde más de la mitad de la población vive en condiciones de pobreza o de miseria?